Capítulo: 5
Rememorando el pasado, más precisamente, el momento en que todos ellos comenzaron a recibir las cartas de Cornelia. Lucen fue el primero que se burló diciendo «Lo sabía»; Leonif le devolvió deliberadamente la carta al sirviente que se la trajo. Feriel apretó sus dientes contra sus labios mientras leía la carta. Ninguno de ellos le escribió una respuesta. Con el pasar del tiempo, las cartas fueron disminuyendo, así como el contenido en las mismas. La última carta que mandó solo tenía un párrafo escrito. Sus pensamientos se redujeron a nada más que un silencio incómodo. Lucen fue el único que alzó la voz para recomponerse.
—Todos nos hundiremos en la miseria si Cornelia nos delata. No piensen que nuestras familias saldrán impunes de las consecuencias. ¡Incluso dudo que su Majestad el emperador se quede sin hacer nada!
Leonif, todavía sentado en el sofá, se limitó a sonreír con un rostro atribulado mientras peinaba su cabello.
—¡Maldición! ¡Y una mierda! Debron es el único que se salvará de todo esto porque es el favorito de Su Majestad…
Por otro lado, Lucen parecía estar poseído por el mismísimo demonio debido a la ira que mostró. Todos retrocedieron para no verse afectados.
—Lucen, hazme un favor y tranquilízate.
Leonif se levantó sonriendo para intercambiar miradas con ellos dos y así acercárseles, dándoles una palmada en el hombro.
—Es cierto que no hemos sido cordiales con Cornelia. Así que propongo que ahora sí lo seamos.
—¿Acaso piensas que me pondré de rodillas por una plebeya?
N/T: Eres un hijo de puta, Lucen. Ya muérete.
Leonif simplemente negó la pregunta moviendo de lado a lado su cabeza. Tras ello, mostró una sonrisa en sus labios.
—Cornelia es nuestra «camarada». Y por eso deseo ser amable con ella. Si acepta lo que le ofrezco… será por su propia decisión.
Diciendo eso, Leonif alineó su flequillo tras dar un profundo suspiro.
—Por cierto, la tumba en la aldea de Yorkben está cerca del bosque Granden. No olvides que ese lugar es sumamente peligroso…
Su voz fue como un susurro… uno tan suave y silencioso que solo Lucen fue el único que pudo escucharlo claramente. Lucen levantó una ceja al escuchar lo que le dijo y sonrió con un rostro lleno de complicidad.
* * *
Ya era de noche cuando regresé a la mansión del duque. Me froté los ojos mientras contemplaba el enorme portón de la mansión del duque Astorf a la distancia. Hoy sucedieron demasiadas cosas y pude sentir cómo el cansancio se apoderó de mí. Desde un inicio solo quería ir al templo y volver, pero mis antiguos camaradas me lo impidieron… y ni siquiera quiero hablar del borracho…
«A pesar de todo, me siento más animada de lo normal».
No pude evitar que las comisuras de mis labios se elevaran de solo recordar al borracho huyendo despavorido. Mientras huía, escuché que me gritó: «¡No olvidaré lo que me hiciste!», como si fuese a volver al día siguiente para vengarse de mí. Aunque dudo mucho que haga algo, le será complicado admitir que una mujer le dio una tunda. Además, su reputación se irá al desagüe en cuanto hable por sí mismo. Y en el improbable caso de que lo haga… yo ya me habré marchado para entonces.
Llegué hasta el portón sin darme cuenta del pasar del tiempo. Al entrar, dirigí mis pisadas al lado del imponente muro. A medida que caminé, pude vislumbrar una pequeña puerta a un costado del mismo. Esa puerta que era usada exclusivamente por los sirvientes era la misma de la que yo tenía que hacer uso. Abrí la puerta con la llave que me prestó el mayordomo sin hacer ningún ruido. Antes de darme cuenta, la luna ya habría hecho acto de presencia con su brillo. Al mirarla, suspiré ligeramente cansada. Me di cuenta de que era más tarde de lo que pensaba debido a todos los imprevistos que surgieron.
Bell, que cuidaba de mí y de mi abuela, estaría preocupada porque no habría llegado. Y el mayordomo, Steven, de seguro estaba esperando que le entregara la llave. Tras recordar al mayordomo, sentí que mis ánimos decayeron al instante.
«Primero tomaré una ducha… No creo que pase nada solo por entregar la llave hasta mañana… dudo que solo haya una».
Sabía muy bien el rostro que pondría el mayordomo si le devolviese la llave mañana, así como también sabía qué mirada me daría, pero justo ahora no tenía ni las mínimas ganas de ir al edificio principal del duque. Era un sitio demasiado asfixiante. Siempre que entraba en el mismo, docenas de miradas se posarían sobre mí. Cada una de ellas me criticaría, evaluaría mi forma de caminar, mi postura al hacerlo e incluso mis ojos se verían expuestos a lo mismo; siempre hacían lo mismo, juzgaban mientras dejaban que sus miradas hablaran por ellos.
Era como si alguien me estuviera estrangulando sin despegar su mirada de mí. Pasó por mi mente la idea de visitar dicho edificio, pero de solo imaginarlo me invadió la fatiga. Quizás en otro momento iría, pero justo ahora no sentía que tenía las fuerzas para hacerlo.
“Decidido, se la entregaré a la ama de llaves mañana. No es que hubiera alguna diferencia, pero al menos su mirada no era tan filosa como la del mayordomo.”
—Ah…
Tan pronto como me giré, algo me bloqueó el paso e hizo que saltase del susto. Una silueta de una persona se dio a conocer frente a la puerta trasera por la que nadie accedía. Era una silueta que yo conocía muy bien. Me era tan familiar que podría distinguirlo solo por la forma de su sombra.
No era nadie más que Debron.
El brillo nocturno se reflejó en su rostro a medida que se acercaba a mí; al verlo fijamente me encontré desconcertada. Él estaba enojado. Su mandíbula rígida y sus ojos crispados lo indicaban.
“¿Por qué?” ¿Sucedió algo? Ya le había avisado que saldría. También le informé al mayordomo cuando me prestó la llave. Y en el caso de que no le hayan avisado, no sería mi culpa, sino la del mayordomo.
—Cornelia.
Mi cuerpo tembló de solo escuchar su hosca voz, la cual ya de por sí era muy grave.
“¿Cuál es el motivo de que esté enojado? Ah… ¿No será por…?”
—Me informaron que hiciste un berrinche en la calle.
Sí, fue por eso. No me sorprendió que lo que hice hace unas horas ya hubiera llegado a su red de información. Dado que hoy se celebró el Festival Aktail, no sería raro que una de las tantas tiendas que él poseyese se lo hubiera dicho. Sumado a eso, el sesgo de inferioridad que las personas tenían hacia los héroes no era para nada pequeño.
Incliné mi rostro a modo de disculpa por lo que hice sin decir ninguna palabra mientras escuché cómo Debron suspiró resignado. Su rostro y palabras me provocaron una ola de fatiga y sentimientos que no comprendía. No obstante, esos sentimientos penetraron mi corazón como si fuesen flechas de hielo.
—¿Cuántas veces te dije que no armaras un escándalo?
—No lo hice a propósito…
Alcé mi rostro y quise inventar alguna excusa, pero en el mismo instante cerré mis labios.
“¿De verdad necesito excusarme?” Lo hice por reflejo. Esos dos años junto a él crearon ese hábito en mí. “Ahora es innecesario”.
Retiré el velo que cubría mi cara. Mi largo cabello que estaba anudado comenzó a fluir con la brisa nocturna.
—¿Y? ¿Tienes algún problema con ello?
—¿Qué dijiste?
—Déjame repetírtelo. ¿Te molesta que haya hecho un berrinche en la calle?
En los ojos de Debron no podría verse nada más que sorpresa, quizás porque jamás consideró que le contestaría de esa. Ni siquiera evité su mirada. No había razones para que lo hiciera.
—¿O acaso te refieres a que no debería dejar que ese hombre te ridiculice a ti, Debron?
—Cornelia…
Tomó mucho en sus pulmones antes de enfocarse en mí. Ya había pasado una buena cantidad de tiempo en que él no despegaba sus ojos de mí. Él por lo general, apartaba su mirada de la mía y me ignoraba cuando lo veía fijamente.
N/T(Coreano): La palabra que se usa aquí no es para decir solo “mirar a alguien”, sino más bien para decir “fijarse en alguien/ tomar interés/ prestar atención. Ella se refiere a que es la primera vez en mucho tiempo que Debron le prestaba atención.
—Te lo expliqué la última vez. Es por tu bien que te pedí que no hicieras un berrinche.
—¿Qué tanta verdad hay en lo que dices?
Debron se mantuvo en silencio ante mi pregunta.
“Sí, me lo imaginé. Siempre se trató de ti.”
—Es para no dañar la reputación del ducado Astorf y la de la señorita Beatrice, ¿no?
La reputación del ducado podría verse afectada si yo generase un escándalo. Y también la señorita Beatrice se verá afectada, ya que ella estaba a punto de ser nombrada como princesa heredera. Sin darme cuenta, lágrimas recorrieron mis mejillas a borbotones. No quería que él me viese llorar, así que me las limpié con las mangas de mi vestido. Al levantar mi vista, noté su brazo extendido hacia mí con un rostro incrédulo por lo que veía. Apartó su brazo en cuanto nuestras miradas se cruzaron. ¿Estaba tratando de limpiar mis lágrimas?
“…Qué ridículo”. ¿No fue él quien me dejó a la deriva cuando todos me abochornaron y estaba cayendo en un abismo sin fin? Debron inclinó su cabeza y tocó sus labios.
—Hablemos de esto después.
—¿Después? ¿Cuándo será ese “después” para ti?
¿A qué se refería con “después”? Siempre y cuando sea el duque Astfor, tendrá que salir constantemente de la capital. Me dejará sola entre esos mismos que se burlaron de mí. Sin siquiera tomar en cuenta mis peticiones o mis cartas.
—¿Quizás de aquí a un año? ¿Dos años? ¿O tal vez hasta que envejezca y muera?
Ya fuera que muriese o no, estaba más que claro que ese “después” nunca llegaría. Lo miré y le sonreí, pero él no dijo nada. Se veía tremendamente asombrado. ¿Se debió a que le rebatí sus palabras o porque pensaba de esto como un berrinche? Negué con mi cabeza. Debron pronunció mi nombre, ese hombre mismo que parecía querer decir algo.
—Cornelia…
Esta vez yo no le dejé hablar.
—Bien, tú ganas. Espero que disfrutes de tu paseo nocturno, Debron.
Me marché tras decir esas palabras sin ganas. Me daba igual si estaba paseando o no.
Debron no insistió ni me siguió, por lo que ese fue el fin de nuestra conversación.
* * *
La luz del sol que me despertó era sumamente brillante. Me acurruqué contra la almohada seguido de un pequeño bostezo. El cansancio de ayer seguía muy presente en mí, a pesar de que había dormido bastante.
—Señorita Cornelia…
Al abrir mis ojos, Bell estaba frente a mí vistiendo su característico vestido de sirvienta proporcionado por los Astorf.
—Bell…
Mi voz se hizo trizas en cuanto hablé. Pude sentir cómo el rubor se extendió por mi rostro hasta que me rasqué el cuello y tosí suavemente. Bell sonrió al verme en ese estado.
—Llegó tarde ayer, ¿verdad? Bell me ofreció una taza de té con hielo en tanto me hizo esa pregunta. La acepté mientras ella me instaba a beberlo con una sonrisa.
—Pruébelo, ese té es muy bueno para el agotamiento. Aunque también sirve como estimulante.
Desconocía el que ella me dio, pero el efecto del mismo fue casi inmediato. Sostuve la taza hasta que dirigí mi mirada hacia ella.
—Gracias.
—No se preocupe. Me tuvo muy preocupada porque usted llegó tarde, señorita Cornelia.
—Perdóname, no fue a propósito.
Respondí mientras me ponía un paño húmedo sobre mis ojos, con la voz de Bell de fondo. Nunca tuve intención de llegar tarde. Simplemente surgieron demasiados imprevistos.
En el instante en que Bell se marchaba para traer el desayuno…
—Buenos días, tengo una carta para la señorita Cornelia.
Un sonido desconocido pudo escucharse al mismo tiempo que el toqueteo sobre la puerta.
Traductor/a: Zarferas
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