Capítulo: 6
Una carta… para mí. ¿Habré escuchado algo tan estrafalario como esto? No, esta era la primera vez desde que vine a la capital. Bell se movió para recibir antes de que lo hiciese por mí misma, quizás porque me vio dudar.
—¡No se mueva, yo la recibiré!
Sostuve mi frente contra mis manos en cuanto ella salió a tomar la carta. Una voz que era ajena a mis recuerdos se mezcló con la de Bell en tanto ellos discutían sobre el remitente de la carta.
“¿Surgió algo inusual otra vez?” Tuve un mal presentimiento. Si fuese una carta normal… la sirvienta que la trajo simplemente se la hubiese entregado a Bell. Ya que a ningún sirviente le gustaba permanecer mucho tiempo en mis aposentos.
—Ehmmm… señorita Cornelia.
Bell me entregó la carta tras entrar nuevamente. Al tomarla entre mis manos, entrecerré mis ojos de inmediato. Mi corazonada había acertado. Un nuevo problema llegó a mí. El sello inscrito en un envoltorio lila que tenía la carta era un dibujo de un trozo de madera y caña, claramente indicando la familia de Feriel.
—Es una carta proveniente de la casa Tevious. La sirvienta me indicó que no se irá hasta que se le dé una respuesta.
“¿Qué sucedió? ¿Acaso no nos vimos ayer?” Podría haberla ignorado, pero no tenía el pasatiempo de hacerlo. De hecho, tenía curiosidad. La exótica carta llevaba una letra bastante concisa y ordenada.
—“Perdóname que te haya enviado esta carta de la nada, Cornelia. Quiero que nos veamos, ¿podríamos hacerlo hoy? Mi sirvienta te guiará hacia el local donde estoy. Te estaré esperando.
Tu amiga, Feriel”
Suspiré cansada en cuanto leí la carta. “¿Podríamos hacerlo hoy?” El solo hecho de haber escrito esas palabras junto a lo demás era para dejarme sin derecho a rechazarla. Si la ama de la sirvienta ya estaba esperándome, no podría dejar que simplemente la sirvienta se fuese con un “¿No vendrá? No se preocupe”.
Y si ella se quedase esperándome, tarde o temprano llegaría el rumor al mayordomo y, por ende, a Debron. No, el mayordomo ya debe saber que está aquí.
Respiré hondo al saber que más problemas vendrían a mí.
—Bell, desayunaré más tarde.
Miré a Bell y le dije tras levantarme. Sonreí amargamente cuando vi su confusión impresa en su cara.
—Iré a hacerle una visita a la heroína.
Seguí a la sirvienta hasta que estuvimos frente a un local dedicado al té. Desconocía por qué Feriel me hizo venir aquí. Según mis recuerdos, la familia Tevious era dueña de una casa de té. ¿No habría sido mejor seleccionar un lugar más privado como ese? Sentí la mirada confundida de la sirvienta sobre mí, pero aun así no me moví porque… este lugar fue donde escuché por primera vez todos los rumores concernientes a mí.
—Señorita Cornelia, mi ama Feriel la está esperando allí.
Me lo dijo con urgencia, como si desease que me apresurara. Parecía referirse a la esquina más alejada del local. Y efectivamente, había alguien vistiendo una capucha. Tragué saliva, una vez, dos veces, luego entré al establecimiento. Los cuchicheos y voces de la gente desaparecieron en cuanto lo hice. Risas surgieron en su lugar.
—Pffft. Esa es la dichosa plebeya, ¿no? Todo se repitió como en una obra de teatro. Todos voltearon a verme para luego apartar sus miradas justo como la primera vez que vine aquí. Como siempre, sus bocas juzgaban cada parte de mí como les dio la gana. Al avanzar en el local, escuché voces furiosas.
—Sí, es ella. La famosa plebeya que guio a los héroes que se hallaron perdidos en la entrada de esa villa y la misma que se aferró al duque Astorf.
—Incluso se atrevió a traer consigo a su familia.
—Escuché por ahí que las donaciones de la familia del duque Astort fueron todo menos pequeñas…
—Que Dios los perdone.
Ese era el pasado que cobró vida en mi mente con cada paso que di. Pero ya no más. No tenía que pasar por ese calvario otra vez. Pero como si se burlaran de mí, la intensidad de las voces no hizo nada más que aumentar al mismo tiempo que mis recuerdos lo hacían.
—Tiene buen aspecto para ser una plebeya… Es ridículo pensar que ella sedujo al duque Astorf solo con eso.
—Es culpa del duque por ser de buen corazón.
No era nada más que un vil rumor. Uno que se mezcló con falsedades y verdades. Lo referente a la donación que hice para solicitar a un sacerdote, así como el dinero de la medicina de mi abuela eran ciertas. Sin embargo, ese dinero lo obtuve tras rechazar la posición que me pertenecía. Se me ofreció tratar a mi abuela a cambio de invalidar mi título de heroína. No tenía razones para sentirme avergonzada. No obstante, a las personas les gusta crear rumores basados en mentiras. Subieron más el volumen de sus voces para que los escuchase.
—¿Se te olvidó que se llamaba heroína a sí misma?
—¡Santo cielo! ¿Ella… una heroína? ¡Se atrevió a crearse un lugar entre los héroes!
—¡Es una descarada y desvergonzada!
—Debe ser mentira. ¿Acaso no estaría en una mejor situación si fuese cierto?
Se reían muy fuerte. El sonar de sus risas llegaron a mis oídos como un maremoto. Gemí y me quedé sin aliento súbitamente, casi pensé que me estaban estrangulando. ¿Por qué tuve que oír esto? Aceleré mis pasos hasta llegar a la mesa donde estaba Feriel. Desde atrás suyo pude verla juguetear con su taza de té.
“Quiero largarme de aquí”. Di el último mientras ese pensamiento recorrió mi cabeza.
—Decir que es una heroína a pesar de que es plebeya, ¿está demente?
Recordé haberme acercado al hombre sin percatarme de que se me había caído la bolsa donde llevaba el pan de mi abuela.
—Hey.
—¿Qué te pasa? ¡Oh! ¿Viniste a mí porque querías que me comportase contigo como si fueras una heroína? Claro, por supuesto. Extiendo mi saludo a la heroína frente a mí.
¿Qué le dije a ese tipo que reaccionó de manera exagerada? No lo recuerdo.
—¿Todos se estaban riendo?
—¿Oh?
Caminé sin desfallecer en mi paso hasta que lo tuve frente a mí; pude ver que estaba asustado. Debido a la presión que ejercí, el hombre cayó estrepitosamente de espaldas contra la mesa cercana. Tenía ganas de decirle algo, pero me limité a observarlo. Pensé que debía corregir ese rumor, pero no sabía si se detendría incluso si le corrigiese.
—Haaa…
En un instante, la mesa en la que Feriel estaba sentada apareció frente a mí. Solo bastaba un paso más para que ella me viese. Di el último paso tras un momento de duda. Ya no tenía tiempo para cualquier otro recuerdo que me atormentara.
—¿Por qué les encanta decir mentiras…?
Ciertas personas me impidieron hablar justo cuando lo hice. Esas personas eran los caballeros de Astorf que fungían como mis escoltas.
—Señorita Cornelia, el duque no desea que otro escándalo llegue a sus oídos.
Esa era la voluntad de Debron. Reí en silencio al mismo tiempo que sudor frío cayó de mi rostro hacia el suelo. Un lado de mi pecho me dolía. Sin importar cuán lejanos sean esos recuerdos de hace dos años, aún podían afectarme de solo pensarlo. Pensé que me había acostumbrado, pero al parecer no lo hice…
—¡Cornelia!
Feriel se dio cuenta de mi presencia mientras todavía me encontraba nerviosa. Su voz animada llamó la atención de inmediato. Contuve mi respiración ante las miradas circundantes.
“¿Ocurrirá de nuevo?”
Contrario a mi ansiedad, las miradas se alejaron de mí al ver su interés perdido, como si alguien les hubiese tapado la vista de su juguete favorito. Reanudé mi respiración una vez confirmé que ya no había nadie mirándome.
“Esta es la primera que me considero afortunada de que mi nombre sea común”.
Me senté frente a Feriel, que yacía en completo sigilo. La capucha que llevaba tapaba su indistinguible cabellera rosa; al parecer, también usó magia para cambiar el color de sus ojos.
—Gracias por venir, Cornelia.
Un cuadro donde aparecían los cuatro héroes hacía gala de su presencia detrás de Feriel, quien sonreía inocentemente. Según parece, no había quitado las decoraciones del festival Aktail. Me senté frente a ella sin intenciones de extender la conversación. Ya nos habíamos visto recientemente de todas formas.
—¿Qué necesitas?
—Yo…
Feriel giró su cabeza para ver sus alrededores y luego inclinó su cabeza. Me sorprendí notablemente ante la repentina disculpa.
—¡Lo siento!
Las miradas volvieron a fijarse sobre nosotros en el momento en que ella habló. Alcé su rostro rápidamente para que su cabello no saliese de su capucha y así evitar que dejara pistas sobre su identidad. Ese color lila era un rasgo distintivo de su familia. Además de que frente a nosotras estaba ese cuadro que servía como evidencia.
—Nos están viendo, alza tu rostro.
Feriel levantó su cabeza renuentemente al escucharme y luego me miró con ganas de decirme algo. Pero no dijo nada.
—¿Por qué diantres te estás disculpando? Ya te disculpaste por no haber asistido al funeral de mi abuela.
Nada bueno salía de conversar con mis antiguos camaradas. Por eso fui cortante con ella. Pensé que había sido dura con ella al notar cómo mordió sus propios labios, pero comenzó a hablar tras ello.
—Me disculpo por… bueno, por lo del asunto del templo central.
—…
—Espero me perdones… Malentendí que podías entrar y salir cuando quisieses de ahí, al igual que nosotros.
Feriel había llegado a su propia conclusión sobre lo que dije tras marcharme de la mansión de Leonif. Lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas en un intento fútil de sonreír.
—No sé si me creerás, pero no era mi intención separarte de la abuela Hibi. Desde un inicio pensé que la sugerencia de Leonif era lo ideal. Como ya sabes, el ser consagrado en el templo central es un gran honor.
Feriel no se detuvo de hablar mientras sus manos se presionaban la una contra la otra. Su voz pasó por un bucle de sonar como un susurro a un llanto en repetidas ocasiones.
—Lo siento por no hacer tantas cosas por ti. Debí haber estado a tu lado sin importar cuán ocupada estuviese…
Esas palabras que salieron de su boca fueron como una mezcla imperfecta de sinceridad y suspiros.
—Estoy muy arrepentida, perdóname, Cornelia.
Sus palabras fueron tan claras que no quedó espacio para las dudas.
Traductor/a: Zarferas
¡Si quieres enterarte más rápido de las actualizaciones entra al discord, te lo agradecería! ♥
Si encuentas un error, repórtalo ♥
https://discord.gg/pqs73bVCbZ