Capítulo 10: Visión de Caverna
Tan pronto como hablé, varios oficiales de policía se abalanzaron sobre mí y me sujetaron por los hombros.
—¿Quién te dio permiso para estar aquí? —preguntó fríamente la oficial.
—Nadie —respondí—. Solo noté que cometió un gran error y que no pude evitar señalar.
—¡Tonterías! —gritó el forense—. ¿Estás diciendo que me equivoqué? ¡Ja! ¿Acaso no sabes que soy el forense más veterano del país? Aunque debo admitir que tienes agallas. He visto a muchos chicos como tú. Seguro leíste unas cuantas novelas de Sherlock Holmes y ahora te crees un gran detective. ¡Déjalo hablar, Xiaotao! ¡Veamos cómo se hace el ridículo!
—Estamos demasiado ocupados para entretener a este chico, Dr. Qin —recordó la oficial.
—No te preocupes —respondió él—. No tomará mucho tiempo. Mocoso, te doy una oportunidad. ¿Por qué no nos dices por qué fue un asesinato y no un suicidio? Pero te advierto, obstruir una investigación policial es un delito. ¡Puedes disculparte ahora y te perdonaré la insolencia!
¿Mi insolencia, eh? Pensé. Veamos quién termina disculpándose al final.
—¿Y si acierto? —pregunté.
—¿Qué? ¡Eso es imposible! —graznó el forense, riendo a carcajadas.
—Digamos que tengo suerte. ¿Qué pasa entonces?
—En ese caso —dijo el forense—, me retiro de la investigación y tú serás el forense de este caso, ¿qué te parece?
Los demás oficiales rieron a carcajadas. Me observaron como esperando ver cómo me hacía el ridículo.
—¡Dr. Qin! —susurró la oficial.
El forense hizo un gesto con la mano para que no interfiriera. Por su actitud, seguramente tenía un rango más alto que ella.
—Entonces escuchemos —dijo—. ¿Cuál es tu teoría?
—¡Se la diré! —respondí. Cuando estuve bajo el viejo árbol donde el cuerpo colgaba, noté una gran roca que probablemente usó el fallecido para subir al árbol y colgarse. Pero había una leve hendidura en el pasto junto a la roca, fácil de pasar por alto.
—¿Ven estas marcas en el pasto? —dije—. Prueban que, cuando el fallecido se estaba ‘suicidando’, había otra persona, ayudándolo a levantarse. ¿Alguna vez han oído de alguien que necesite ayuda para suicidarse? ¿No es evidente que fue un asesinato?
El forense reaccionó con una carcajada.
—¡Y yo que pensé que habías encontrado una pista importante! —dijo—. Esas son solo las huellas del jardinero que encontró el cuerpo esta mañana. ¡No hay nada ahí! ¿Y bien, mocoso? ¿Te quedaste sin palabras?
—No —dije, negando con la cabeza—. Esas marcas no son huellas.
El forense guardó silencio. La oficial lo miró inquisitivamente, y él finalmente dijo:
—Ahora lo recuerdo. Dejé mi caja de herramientas allí mientras examinaba el cuerpo. ¡Eso es todo! ¿Y tú pensaste que habías encontrado una pista revolucionaria?
Increíble, pensé. Este forense quiere tener razón tan desesperadamente que está dispuesto a decir que las marcas del asesino fueron hechas por él mismo.
Aun así, la oficial creyó su explicación. Vi cómo el interés en sus ojos por mí se desvanecía en duda. Quizá para ella, el Dr. Qin era un forense reputado y experimentado, así que todo lo que él dijera tendría más peso que lo que dijera un estudiante universitario cualquiera.
Para la mayoría, una hendidura en el pasto no significaba nada. Pero para mí, era otra historia. Cuando entrenaba con mi abuelo, me hizo beber una pócima muy amarga que él llamaba “Elixir Abreojos”. Tras siete semanas bebiéndolo, perdí la vista. Me asusté, pero mi abuelo me pidió calma: era solo un período de reajuste.
Tres días después, recuperé la vista. Pero ya no era la misma.
Una semilla de sésamo me parecía del tamaño de un plato. Podía detectar el flujo sanguíneo por cambios mínimos en la piel. Incluso el aleteo de las abejas me parecía lento. Como mis ojos eran demasiado sensibles, tuve que quedarme en una habitación oscura los primeros días, porque hasta la llama de un fósforo me causaba un dolor de cabeza insoportable.
Con el tiempo, entendí que mi abuelo me estaba entrenando. Me llevó mucho tiempo acostumbrarme a esa vista tan aterradora, pero al final logré controlarla. Mi abuelo la llamó la “Visión de Caverna” de la familia Song, útil para resolver casos en el futuro.
Con esa visión, podía distinguir las diferencias en las marcas dejadas en el pasto por objetos de distintos pesos y formas. Por el grado de marchitamiento de las hierbas, deduje que la marca fue hecha unas 8 a 10 horas atrás.
Observé al forense examinar el cadáver, y por las marcas del cuello, la rigidez y la dilatación pupilar, era claro que la hora de muerte fue también entre 8 y 10 horas atrás. El forense, sin embargo, estimó más de 10 horas, pero no me molesté en corregirlo.
Desafortunadamente, los demás no veían lo que yo veía. La oficial empezó a ordenar a sus subordinados que me alejaran.
—Ya perdimos suficiente tiempo —dijo—. ¡Alguien saque a este chico de aquí!
—¡Esperen! —grité—. ¡No son solo las marcas en el pasto! El asesino dejó huellas de manos en el cuerpo. ¿Nadie lo notó?
La oficial se congeló. Ordenó a los policías que me soltaban que se apartaran. El forense, en cambio, se reía.
—¡Mírenlo balbucear tonterías otra vez! Revisé el cuerpo con luz ultravioleta y no hay huellas dactilares.
—Nunca dije huellas dactilares —respondí—. Dije huellas de manos. Cualquier objeto que se manipula deja marcas en la superficie. Y un cadáver, sin circulación, no es diferente de una mesa o una roca.
—Mocoso —dijo el forense, despreciándome—. ¿Deliras? Mis instrumentos de alta tecnología detectaron nada. ¿Y esperas que crea que tú puedes verlo a simple vista? ¡Bah!
—¿Y si puedo probarlo? —pregunté con una sonrisa confiada—. ¿Qué dirá entonces?
—¡Eso es imposible! —bramó el forense—. ¡Mis equipos cuestan decenas de miles de yuanes! ¡No hay forma de que un mocoso logre lo que ellos no!
—¿Y crees ciegamente en tus aparatos? —repliqué—. Las máquinas no son perfectas. A veces un simple papel puede hacer mejor el trabajo que una máquina carísima.
La oficial volvió a mirarme, intrigada.
—¿Qué estudias en la universidad? —preguntó.
—Eso no viene al caso —respondí—. Puede que no estudié criminología, ¡pero al menos sé que soy mejor que él! —señalé al forense para provocarlo más.
El Dr. Qin explotó como se esperaba.
—¡Que examine el cadáver! ¡Quiero ver cómo se ridiculiza! ¡He sido forense desde antes que este mocoso naciera! Si estoy equivocado, ¡renunció de inmediato!
—¿Está seguro de eso, Dr. Qin? —preguntó la oficial.
—No se preocupe. ¡Este mocoso arrogante necesita una lección!
—¡Más vale que no se retracte! —me reí.
—¡Por supuesto que no! —dijo. Y luego me miró fijamente—. ¿Y si tu “experimento” no funciona?
—Entonces arrésteme —encogí los hombros.
La oficial suspiró.
—Escúchame. Estás retrasando nuestra investigación. Si esto no sirve, te acusaré de obstrucción a la justicia. ¿Lo entiendes? Estás en tercer o cuarto año de universidad. ¿Sabes que con un antecedente así tal vez nunca consigas trabajo?
—Lo entiendo perfectamente —respondí con calma.
No era arrogancia. Aunque no podía ver las marcas con mi Visión de Caverna, sabía que el asesino no hizo flotar el cuerpo, así que debían quedar marcas. Solo debía buscar más. Y tenía plena confianza en la lógica y deducción.
—Muy bien —dijo la oficial, con una sonrisa forzada—. Haz lo que tengas que hacer. Si necesitas herramientas, pide al equipo forense.
—Gracias —dije—, pero no uso esas cosas.
Entonces miré hacia el cordón policial. Allí estaba Dalí, muy nervioso.
—¡Dali! ¡Ven acá!
Saltó la cinta y corrió hacia mí.
—¿Te volviste loco? —dijo al llegar—. ¿En qué estabas pensando al contradecir a la policía? ¡Si ni siquiera te animás a hablarle a las chicas! Por cierto, ¿le preguntaste su nombre? ¿Está soltera?
—Mira —dije, conteniéndome—. Necesito tu ayuda. ¿Puedes volver al dormitorio y traer el paraguas rojo de papel aceitado que está en mi armario?
—¿Para qué lo quieres?
—No es momento de preguntas. ¡Tráelo y no toques nada más!
—Está bien, ya voy —dijo Dalí, y salió corriendo.
El Dr. Qin encendió un cigarro y dijo:
—Creo que aprovecharé para descansar un minuto mientras veo este circo.
—¡Perfecto! —respondí—. Entonces prepárate para el mayor espectáculo que hayas visto.
Traducido por: Mel
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[Aviso: mucho texto.]
tengo dos casas que decir: