Capítulo 14: La cabeza cercenada en el piano
—¡Dalí! —llamé. Cuando entró le dije—: Necesito que me traigas algunas cosas. Una toalla, agua caliente, un balde, unas cuerdas, una plancha de hierro, una hornalla eléctrica, vinagre blanco y un poco de jengibre.
—¿Y comino y fideos picantes? —preguntó Dalí.
—¿Para qué?
—Suena a que vas a preparar un guiso. El comino y los fideos picantes van muy bien con eso, ¿sabes?
Me eché a reír.
—Solo apúrate y trae lo que te pedí, ¿sí?
—Pero el dinero… —dijo Dalí mirándome.
—No te preocupes —intervino Huang Xiaotao—. Te pagaré cuando termine el caso. Solo recuerda guardar los recibos.
—¡Ah! ¡Una cosa más! —dije—. ¿No hay unas macetas con plantas suculentas en nuestro dormitorio? ¿Puedes traer una también?
—Vamos, amigo —dijo Dalí—. Sé que el ambiente aquí es un poco lúgubre, pero ¿crees que unas suculentas bastan para animarlo?
—Cállate y ve, ¿quieres? —respondí agitando la mano.
—¡Sí, señor! —dijo y salió corriendo.
Revisé la ropa del cadáver y encontré una tarjeta de identificación, un carné estudiantil, algo de cambio, unas llaves, un celular y medio paquete de cigarrillos. Los documentos pertenecían a Deng Chao. Intenté acceder al celular pero estaba bloqueado con contraseña. Huang Xiaotao ordenó que pusieran todas las evidencias en bolsas.
Me puse de pie y miré a mi alrededor. El salón de música era bastante amplio. Había un podio al frente, y a un lado un piano de madera frente a una ventana que daba al sur. Todas las ventanas estaban abiertas. Como el edificio era antiguo, no tenía aire acondicionado; en cambio, había ventiladores en el techo.
—¿Dónde estará la cabeza? —me pregunté en voz alta, mirando el cadáver decapitado.
Me acerqué al piano y presioné una tecla. No sonó nada. Era uno de esos pianos antiguos que solo suenan si pisas el pedal.
—¿Sabes tocar piano? —preguntó Huang Xiaotao, con ojos curiosos.
—Para nada —respondí.
Pasé los dedos por varias teclas y noté que algunas estaban pegadas. Supe al instante que algo andaba mal.
—¡Rápido! —dije—. ¡Abre la tapa! ¡Hay algo dentro del piano!
Cuando abrieron la tapa, todos quedaron horrorizados.
La mayoría de las cuerdas del piano estaban cortadas y enrolladas formando una maraña como telaraña. Entre ellas estaba una cabeza ensangrentada y una gorra de béisbol al lado.
Me arremangué y traté de sacar la cabeza, pero estaba tan enredada que temí dañarla.
Huang Xiaotao ordenó que trajeran unas pinzas. Tras un rato, un policía consiguió las pinzas de los guardias de seguridad. Cortaron las cuerdas una por una y finalmente liberaron la cabeza.
Comparé la cabeza con el cuerpo y, por las heridas, coincidían. Pero la descomposición de la cabeza estaba mucho más avanzada; la piel tenía moho y un olor putrefacto.
Había una herida abultada en la parte trasera de la cabeza. Al presionar, noté que el cráneo estaba fracturado y la herida estaba inflamada y supurante. Al aplicar más presión, salió pus blanca, que incluso llegó a mi muñeca, donde no tenía guantes.
—¡No te muevas! —ordenó Huang Xiaotao, limpiando la pus con un pañuelo. Le agradecí.
—¿Descubriste algo? —preguntó.
—La cabeza y el cuerpo pertenecen a la misma persona —dije—. La cabeza fue cortada con un instrumento afilado. Huelo un químico aplicado sobre la cabeza; el ambiente dentro del piano aceleró la descomposición. Ahora la cabeza es irreconocible.
—¿No se puede hacer nada? —preguntó Huang Xiaotao.
—Probablemente no —respondí—. Las chicas dijeron que vieron un fantasma vestido de blanco tocando el piano y que las cuerdas volaban como su cabello, y que una de esas cuerdas cortó la cabeza de Deng Chao.
No creía en esas cosas, claro. De lo contrario no tendría sentido seguir investigando.
Pero sin duda el asesino usó un químico para dificultar la identificación de la cabeza.
Lo más importante en un caso de cadáver decapitado es confirmar la identidad de la víctima. Cuando falta la cabeza o está dañada, lo primero es preguntarse qué quiere ocultar el asesino. En la Crónicas de los Grandes Magistrados hay varios casos donde el asesino usó esta técnica para engañar a la policía. Por eso, lo mejor ahora es investigar el pasado del estudiante Deng Chao.
—Song Yang —dijo Huang Xiaotao—, ¿de verdad crees que la cabeza fue cortada con una cuerda de piano?
—La herida es muy limpia —respondí—, así que solo puedo decir que fue con un objeto afilado. Pero sí es posible hacerlo con cuerdas de piano. Recuerdo un caso hace diez años: la víctima siempre iba en moto a casa. El asesino ató una cuerda a la altura del cuello en un callejón por donde pasaba. La cabeza se cortó de inmediato, el cuerpo siguió en la moto y chocó. Asustó a todos. Ese caso desconcertó a muchos expertos.
—¡El caso del “Jinete sin cabeza”! —dijo Huang Xiaotao, pálida—. Recuerdo que la policía no lo resolvió hasta que llegó un individuo misterioso. Ese caso nunca se hizo público. ¿Cómo lo sabes?
—Es solo una historia que escuché de un policía viejo —expliqué—. Ese individuo misterioso fue mi abuelo.
Examiné la cabeza más a fondo y noté algo extraño. La piel y la carne eran cortes limpios, pero los huesos tenían señales de fricción y golpes violentos.
Cerré los ojos, activé la Visión de Cueva y revisé las vértebras. Había pequeñas partículas negras que parecían astillas de metal.
Eso significaba que la carne y huesos fueron cortados con instrumentos distintos.
En ese momento, Dalí entró entusiasmado, con una bolsa en la mano izquierda y una tetera en la derecha.
—¡Eh! —dijo—. Aquí está todo lo que pediste, amigo.
—Impresionante —elogió—. Trajiste todo rápido.
—La mayoría fue fácil —dijo Dalí—, excepto la plancha de hierro, que pedí prestada a un puesto de parrilla afuera. Hay que devolverla luego.
Dalí se quedó paralizado al ver la cabeza en el piso.
—¿¡Qué demonios es eso!? —exclamó, palideciendo y luego poniéndose verde—. ¿De dónde salió?
—Si no puedes con esto, mejor sal —le dije—. Ah, y tráeme un imán y una hoja blanca.
—¿¡Por qué no lo dijiste antes!? —gruñó—. Ahora tengo que salir de nuevo.
—Piénsalo como ejercicio —le animé—. Luego te invito a comer.
Con eso aceptó.
Cuando Dalí salió, vertí el agua caliente en el balde. Mojé la toalla, la exprimí y la puse sobre el pecho del cadáver.
Al ver que empezaba el examen, otros policías se acercaron a observar.
—¿Qué haces con la toalla? —preguntó Huang Xiaotao.
—¿No te dije que iba a demostrar la hora de la muerte? Mira.
Después de ablandar el pecho con la toalla caliente, volteé el cuerpo y repetí en la espalda tres veces para suavizar los músculos. Luego usé una técnica especial para pinchar y presionar la espalda.
De repente, el cuerpo sin cabeza se sentó, tosiendo sangre congelada y trozos de hielo de la herida en el cuello. Al ver eso, todos los policías retrocedieron horrorizados.
Traducido por: Mel
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