Capítulo 17: Lao Yao, el hacker prodigio
Apenas salimos del salón de música, nos topamos de frente con un Dalí visiblemente molesto.
—¡Ese viejo Qin es un mentiroso de primera! —exclamó, indignado—. ¡No te preocupes, Xiaotao! Aunque te hayan echado del equipo, Song Yang y yo siempre te apoyaremos.
—Gracias a los dos —dijo Huang Xiaotao con una sonrisa forzada. No era fácil para ella: apenas unos minutos atrás era la jefa del equipo encargado de investigar el caso, y ahora se había convertido en una heroína solitaria con un par de ayudantes excéntricos como Dalí y como yo.
—Pero no entiendo —dijo Dalí— cómo es posible que un simple forense tenga tanto poder como para expulsarte a ti, la líder del equipo de investigación. Pensé que los forenses se quedaban todo el día en la morgue, tratando con cadáveres y no con personas vivas. De hecho, pensaba que la mayoría eran mujeres sexys y glamurosas con batas blancas.
—Eso sólo pasa en las películas y las novelas, Dalí —respondí—. En la vida real, los forenses sí tienen autoridad y poder, y no están confinados a la morgue. No solo deben redactar informes médicos del fallecido, sino que también acuden a la escena del crimen con los agentes de policía y participan activamente en la investigación. Además, son ellos quienes presentan las pruebas recogidas y testifican en los tribunales.
—De verdad sabes un montón, ¿eh? —comentó Huang Xiaotao.
—Bueno, al fin y al cabo soy un forense—respondí—. Es natural que me interese por todo esto.
—Un forense tiene un rango equivalente al de Comisionado —explicó Huang Xiaotao—. Eso es dos rangos por encima del mío. El Dr. Qin tiene prácticamente el mismo rango que el Capitán Lin.
—¡Ah, eso lo aclara todo! —dijo Dalí, asintiendo.
—¿Entonces el Capitán Lin es tu jefe? —pregunté.
—Sí.
—¿Y quién es su jefe?
—El Capitán Jefe de la división…
—¿Y el jefe de ese?
—El Director Sun.
—¿Quién es el Director Sun?
—Se llama Sun Hu —explicó Huang Xiaotao—. Pero como su temperamento es terrible, todos lo llamamos “Sun el Tigre” a sus espaldas.
Al oír ese nombre, no pude evitar soltar una carcajada. La última vez que vi al Tío Sun fue hace unos tres años. No esperaba que ascendiera tan rápido, ¡pero ahí estaba! ¡Ahora era el Director! Esos tres años debieron ser buenos para él.
—¿Qué es tan gracioso? —preguntó Huang Xiaotao.
—Nada —dije—. Solo que el apodo “Sun el Tigre” me pareció gracioso.
—¡Esa risa es muy sospechosa! —comentó ella.
No respondí a eso. Huang Xiaotao guardó silencio un momento y luego dejó escapar un suspiro melancólico.
—Los oficiales en la escena del crimen deben haberle contado ya al Dr. Qin lo que descubriste —dijo—. Eso significa que ahora sabe tanto como nosotros, pero tiene muchos más recursos y personal a su disposición. Está claro que resolverá el caso antes que nosotros.
—¿No confías en mí? —pregunté.
—¡Claro que confío! —respondió, haciendo un puchero—. Pero pensé que solo eras bueno con las autopsias. ¿También puedes investigar?
—¡Supongo que pronto lo averiguaremos! —respondí.
—¿Y por qué hiciste una apuesta tan temeraria? —preguntó con preocupación—. ¿Qué pasará si pierdes?
—No te preocupes —dije—. Ya resolví la mayor parte del caso mientras examinaba el cadáver. Solo quedan unos pocos detalles por aclarar.
—¿En serio? —preguntó—. ¿Qué tan seguro estás de que resolverás el caso?
—¡Cien por ciento! —contesté con una sonrisa confiada—. No te preocupes, te ayudaré a resolverlo, ¡y lo haremos antes que el Dr. Qin!
Huang Xiaotao se conmovió visiblemente.
—Apenas nos conocemos desde hace poco más de una hora —dijo—. Y aun así ya me has ayudado tanto… ¿Cómo podría agradecerte?
—¡Con una cena basta! —respondí.
—¿Qué? —preguntó, abriendo los ojos como platos. Probablemente pensó que le estaba pidiendo una cita. Cuando se dio cuenta de que hablaba literalmente de una cena, dijo—. Está bien. Cuando terminemos el caso, elige el lugar. ¡Les invito a los dos!
—¡Genial! —dijo Dalí, dando palmadas de emoción—. ¡Entonces vamos al McDonald ‘s!
Le lancé a Dalí una mirada fulminante. Para estudiantes pobres como nosotros, el McDonald ‘s era un lujo. Algo más barato, como brochetas o una olla caliente en Haidilao, habría sido suficiente.
Cuando llegamos al edificio donde vivían las dos chicas de antes, había un gran cartel en la entrada que decía “Dormitorio de chicas – Prohibido el paso a chicos”.
Dalí dijo que no había forma de que nos dejaran entrar, pero le pedí que fuera a preguntarle a la encargada del dormitorio si Fangfang y Tiantian estaban ahí.
Al rato, Dalí salió pisando fuerte, con el rostro lleno de ira.
—¡Ese maldito! —maldijo—. ¡Esa vieja arpía conspiradora! ¡Se llevó a dos testigos importantes! ¡¿Por qué tuviste que decirle que íbamos a venir aquí?! ¿Y ahora qué haremos?
Me eché a reír, sujetándome el estómago mientras me carcajeaba.
Los otros dos se miraron confundidos y me preguntaron qué me hacía tanta gracia.
—Qué mente tan simple tiene ese viejo —dije—. Le dije a propósito que íbamos a hablar con las dos testigos, para que pensara que me refería a estas chicas. ¡No puedo creer que cayó en la trampa!
—¿Qué quieres decir? —preguntó Huang Xiaotao—. ¿Acaso no eran ellas testigos importantes? Sus testimonios eran tan diferentes de lo que descubrimos después… ¿No significa eso que están ocultando algo?
—Para nada —respondí—. De hecho, podríamos prescindir completamente de ellas, porque no presenciaron lo que realmente ocurrió. Lo que vieron fue una escena montada por el asesino. Hablar con ellas solo sería una pérdida de tiempo.
—Entonces, ¿qué vas a hacer ahora?
—Vamos a revisar el dormitorio de Deng Chao.
—¡La madre que te parió! —exclamó Dalí—. ¡Eres realmente bueno! Te conozco desde hace tiempo, pero siento que recién hoy empiezo a conocerte. Eres como un rompecabezas misterioso: parece sencillo al principio, pero en realidad es complicadísimo.
—Dalí —dije—, has estado actuando muy raro hoy, todo halagos y elogios. No me digas que tienes los mismos gustos que Lao Yao.
—¡No, no, no! ¡Nada de eso! —protestó Dalí—. ¡Y no me compares con ese pervertido!
—¿De qué están hablando? —preguntó Huang Xiaotao. Luego suspiró largamente—. Tal vez he pasado demasiado tiempo trabajando y muy poco socializando. No entiendo nada de lo que dicen.
—No te preocupes —le respondí—. Solo hablábamos de un amigo nuestro.
Lao Yao era algo así como una leyenda en nuestra facultad. Un hacker prodigio… que resultaba ser también un pervertido. Se podría decir que todos los hombres tienen algo de eso en el fondo, pero lo de Lao Yao era distinto: no le interesaban para nada las chicas lindas, sino los chicos guapos. Y por eso los hombres solían evitarlo.
Así fue como su nombre se convirtió en nuestro código para cuando alguno actuaba fuera de lo común.
—Hablando de Lao Yao —le dije a Dalí—, ¿podrías hacerme un favor e ir a verlo, mientras Huang Xiaotao y yo vamos al dormitorio de Deng Chao?
—¿¡Qué!? —saltó Dalí, como si le hubieran pisado—. ¡No, no, no, hermano! ¡No me hagas esto! ¿No recuerdas cuando te tomó una foto desnudo porque olvidaste cerrar con llave la puerta mientras dormías?
Maldije a Dalí por dentro por sacar a relucir ese oscuro y vergonzoso capítulo de mi vida. Me había esforzado tanto en causar una buena impresión en Huang Xiaotao… justo ahora que empezaba a verme como un joven inteligente y confiable, ese idiota de Dali tenía que destruir la ilusión.
Y como temía, Huang Xiaotao empezó a mirarme con una expresión muy distinta…
—¡Cállate! —lo interrumpí antes de que soltara algo peor—. ¡No sé de qué estás hablando! En fin… no hay nadie más que pueda ayudarnos con esto. No tenemos otra opción.
Entonces saqué una bolsa de evidencias del bolsillo. Dentro de la bolsa plástica transparente estaba el celular del fallecido.
—¡¿Song Yang?! —exclamó Huang Xiaotao—. ¿Te llevaste una prueba de la escena del crimen?
—¡No, no! —dije—. ¡No fue intencional, lo juro! Lo guardé en el bolsillo sin pensar y me olvidé por completo. Si esto va a causarte problemas, corro ahora mismo a devolverlo al Dr. Qin.
—No —dijo, soltando de pronto una carcajada—. No hace falta. Esta prueba la encontramos nosotros, así que es justo que esté con nosotros. Solo que no esperaba que fueras del tipo que juega sucio.
Aunque realmente fue un accidente. Con tantos oficiales y ese forense fanfarrón alrededor, no soy ningún mago… ni aunque quisiera podría haberme llevado una prueba sin que nadie se diera cuenta.
El rostro de Dalí cambió de repente a uno serio y hasta asustado.
—No me digas que vas a pedirle a Lao Yao que desbloquee el teléfono…
—No solo que lo desbloquee —dije—. Este teléfono debe ser el de Deng Chao, y creo que podría contener información oculta o eliminada, pistas clave para resolver el caso. Me temo que no hay nadie mejor para ayudarnos que el hacker prodigio en persona.
Dali guardó silencio un momento, luego asintió con resignación. Me quitó el teléfono de las manos y respiró hondo.
—Por ti, amigo mío —proclamó—, ¡Estoy dispuesto a arriesgarlo todo… incluso mi virginidad!
Traducido por: Mel
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