Capítulo 18: El secreto escondido en el dormitorio
Después de que Dalí se fue, me dirigí con Huang Xiaotao al dormitorio de Deng Chao. Como suele ser habitual, los dormitorios masculinos estaban sucios y desordenados. Huang Xiaotao frunció el ceño durante todo el camino.
Mientras pasábamos por uno de los cuartos, la puerta se abrió de golpe y salió un chico en calzoncillos gritando a su amigo de otra habitación para pedirle prestado el champú. Al ver a Huang Xiaotao, se quedó tan pasmado que se congeló unos segundos antes de volver corriendo a su habitación y cerrar la puerta de un portazo.
—Viven como cerdos en una pocilga… —dijo Huang Xiaotao, con el ceño profundamente fruncido—. ¿Tú eres igual que ellos, Song Yang?
—¡Por supuesto que no! —negué con firmeza—. Valoro muchísimo la autodisciplina y la higiene personal. Puedes preguntarle a Dalí y él te dirá que tiendo mi cama todos los días con tanta precisión que parece un bloque de tofu.
—¿En serio? —preguntó Huang Xiaotao—. Entonces quizá debería visitar tu cuarto y comprobarlo por mí misma.
—S-Sí, claro… —respondí—. Pero mejor concentrémonos en el caso por ahora.
Sería catastrófico para mi imagen si Huang Xiaotao descubriera que no era muy distinto de esos “cerdos” que acababa de ver.
Huang Xiaotao se rió con picardía ante mi respuesta.
Preguntamos por la habitación de Deng Chao, y finalmente la encontramos. Al entrar, vimos a un chico de cabello largo sentado en un escritorio, rasgueando su guitarra. Tal vez era porque nunca había chicas en ese dormitorio, o quizás por el aire serio y frío de Huang Xiaotao, pero en cuanto nos vio, el chico se sobresaltó tanto que casi tiró la guitarra al suelo y se puso de pie de un salto.
—¿Q-Qué hacen aquí? —preguntó, nervioso.
Huang Xiaotao sacó su placa y se la mostró al chico.
—¿Éste es el cuarto de Deng Chao? —preguntó.
—¡Ah, así que es policía! —exclamó el chico de pelo largo—. ¡Pasen, pasen! ¿Quieren algo de tomar? Escuché que alguien se suicidó esta mañana, y resultó ser el mejor amigo de Deng Chao, Zhang Kai. Deng no ha vuelto desde anoche. ¿Le pasó algo?
—Fue asesinado —dijo Huang Xiaotao.
En ese instante, un tipo corpulento saltó desde una cama desordenada junto a mí, dándome el susto de mi vida.
—¿¡Qué!? —gritó—. ¿Quién mató a Chao?
—Eso aún está bajo investigación —respondió Huang Xiaotao—. ¿Saben si Deng Chao tuvo algún conflicto con alguien?
—Bueno… —el chico de cabello largo se lo pensó un momento—. Había algunos compañeros que no se llevaban muy bien con él. Verás, Chao era de esos tipos que… ¿cómo decirlo? Sabía despertar la envidia de los demás.
—¿En qué sentido? —preguntó Huang Xiaotao.
—Aunque no lo pareciera, ¡Chao era un genio! ¡Un verdadero nerd! —dijo el chico, claramente admirado.
—¿Te refieres a que sacaba siempre las mejores notas?
—¡Sí! Y además —continuó—, casi nunca iba a clase, pero en todos los exámenes sacaba más de un 90%. ¡Y siempre le daban becas del instituto! Para ser sincero, a veces me parecía injusto. O sea, se la pasaba con nosotros, dormía igual que nosotros, pero ¿cómo era posible que sacara esas notas cuando nosotros ni siquiera aprobábamos? ¡No tenía sentido! No me malinterprete, ¿eh? ¡Yo jamás mataría a alguien por eso!
—¿Puedes darme los nombres de las personas que tuvieron problemas con Deng Chao? —preguntó Huang Xiaotao, ya lista con su libreta y bolígrafo.
El chico de cabello largo lo pensó unos instantes y luego le dictó una lista a Huang Xiaotao, que la fue anotando.
—¡No, ninguno de esos lo mataría! —interrumpió de repente el chico musculoso—. Si alguien quería ver muerto a Deng Chao, ¡tenía que ser ese bastardo!
—¿Quién? —preguntó Huang Xiaotao.
El chico musculoso se sentó y sacó una cajetilla de cigarrillos de debajo de su almohada. Encendió uno, dio una calada y comenzó a contarnos la historia de Deng Chao.
Según él, Deng Chao era, en efecto, muy inteligente. Tenía un CI de 140 desde la secundaria y sacaba siempre buenas calificaciones sin apenas esfuerzo.
Recientemente, escribió un artículo académico que fue muy elogiado por un profesor, quien lo recomendó para una beca exclusiva, que solo se otorgaba a cuatro estudiantes por año.
Pero poco después, un compañero de su misma carrera, llamado Ma Baobao, denunció ante la administración que el artículo de Deng Chao era plagiado. Incluso presentó pruebas. Como resultado, Deng Chao perdió la beca y tuvo que devolver los 17,000 yuanes que ya había recibido.
Luego, Ma Baobao fue quien recibió esa misma beca, lo que generó sospechas sobre sus verdaderas intenciones al denunciar el plagio.
Además, Ma Baobao era un bocazas que no paraba de mencionar el incidente en cada oportunidad. Incluso llegó a cuestionar si Deng Chao había hecho trampa en sus exámenes anteriores.
Nadie le creyó. Ni los profesores lo soportaban. Pero cuando Deng Chao se enteró de todo, estalló de ira y rompió una ventana con el puño. Necesitó cinco puntos de sutura.
Deng Chao era Escorpio, y como tal, rencoroso. No perdonaba fácilmente, y menos a alguien que manchó su reputación. Juró vengarse.
Una noche, justo antes de las vacaciones de verano, Ma Baobao regresaba solo a su dormitorio después de un estudio grupal, cuando de pronto una figura salió de entre los arbustos y lo rozó con un cuchillo. Ma Baobao se asustó tanto que dejó caer los libros y huyó despavorido. La herida era superficial, pero luego enfermó con fiebre alta y tuvo que volver a su ciudad natal. Pasó tres meses en tratamiento intensivo, gastando decenas de miles de yuanes, antes de recuperarse.
Cuando regresó al campus, estaba completamente cambiado. Se volvió reservado y silencioso. Nunca volvió a hablar mal de Deng Chao, aunque solía publicar en Weibo que alguien quería matarlo.
¿Fue Deng Chao el atacante? El chico musculoso no podía asegurarlo, ya que cada vez que se tocaba el tema, Deng Chao guardaba silencio. Pero lo sospechaba seriamente, sobre todo porque Deng Chao había empezado a usar guantes constantemente. Quizás se infectó él mismo con algo que había puesto en el cuchillo.
—¿Cuál de estos escritorios era el de Deng Chao? —preguntó Huang Xiaotao.
—Ése —respondió el musculoso, señalando un escritorio en el centro de la habitación.
Nos pusimos a revisar las pertenencias de Deng Chao. Había libros, revistas y un armario repleto de ropa. Al parecer, le gustaba el baloncesto, porque encontré una foto de un equipo. Le pregunté cuál de ellos era Deng Chao, y me señaló al chico robusto y de piel clara en el centro, con una camiseta que llevaba el número cero. Sonreía ampliamente, y junto a él había otro joven con quien parecía tener mucha confianza; ambos se abrazaban por los hombros.
—¿Quién es el que está con Deng Chao? —pregunté.
—Su compañero, Zhang Kai—respondió el chico—. El que se suicidó esta mañana.
—¿Compañero? —preguntó Huang Xiaotao—. ¿Estaban… juntos?
—¡No, no! —me apresuré a aclarar—. Esa palabra también se usa para describir a los mejores amigos, no necesariamente implica una relación romántica.
—Así es —afirmó el chico musculoso—. Eran uña y carne. Zhang Kai era un tipazo. Me ayudó a estudiar para los exámenes, me prestó sus apuntes para que los pudiera copiar, ¡Hasta me cargó a cuestas una vez que me desmayé de lo borracho qu estaba después de una fiesta!
—¿Así que tú también lo conocías? —pregunté.
—¡Claro! ¡Todos éramos del mismo edificio! Jugábamos juntos al básquet todo el tiempo. Yo solía ser la estrella del equipo… hasta que me lesioné…
Se quedó mirando el techo, nostálgico, rememorando su pasado como deportista. Pero ni Huang Xiaotao ni yo teníamos interés en eso, así que seguimos revisando.
Entonces encontré algo que me llamó la atención: un folleto de una clínica de cirugía estética, usado como marcador dentro de un libro. El folleto ofrecía de todo: liposucción, cirugía de mentón, rellenos de labios, doble párpado, cirugía de manos, de piernas…
—Todavía recuerdo aquel partido contra los estudiantes de medicina —continuaba el chico, nostálgico—. Fue la final, muy reñida. Íbamos 57 contra 55 y—
—¿Deng Chao se hizo alguna cirugía estética? —interrumpió de golpe Huang Xiaotao.
—¿Qué? ¿Cirugía? —repitió el chico—. ¡No, nunca! ¿Para qué haría eso? ¡No es una mujer! Además, ¿De dónde sacaría el dinero?
Deslicé el folleto en mi bolsillo discretamente. ¡Definitivamente era una pista importante!
—¿Dijiste que Zhang Kai te prestaba sus apuntes? —pregunté—. ¿Aún los tienes?
—Sí —respondió—. ¿Para qué los quieres?
Antes de que pudiera inventar una excusa, ya se había bajado de la cama.
—Da igual, no me importa —dijo—. Son solo un montón de papeles inútiles…
Sacó un montón de fotocopias del cajón y hasta se molestó en meterlas en una bolsa plástica para mí. Le agradecí. Luego me miró de arriba abajo y dijo:
—Tú no pareces policía.
—No lo soy —admití—. Soy estudiante de cuarto año y colaboró con la policía como consultor especial.
—¡Guau, eso es genial! —exclamó, levantando el pulgar—. ¡Eres como un joven detective! ¡Como Di Renjie! ¡Qué orgullo, nuestra universidad ha producido un gran talento!
—¡No es necesario que exageres! —dije, inclinando la cabeza humildemente.
Como no quedaba nada más que investigar, salimos de la habitación. Pero una vez fuera, Huang Xiaotao me miró con una sonrisa burlona.
—¿Sabes? De verdad creía que eras uno de esos hombres raros que no presumen de su talento. Pero parece que sí te gusta recibir halagos. Me pregunto si todos los hombres son así.
—Me malinterpretaste —le dije—. Se me ocurrió un plan al ver esos apuntes.
—¿Qué plan? —preguntó.
—Eso lo dejamos para después —dije, y añadí con confianza—. Por ahora hablemos del caso, porque estoy un 80 o 90 por ciento seguro de que ya he reconstruido toda la secuencia de los hechos.
Traducido por: Mel
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