Capítulo 20: El teléfono celular
Maldije en silencio a Dalí por ser tan imprudente e irresponsable. ¿Acaso había olvidado su promesa a Huang Xiaotao de no revelar ningún detalle del caso a nadie?
—¿Qué asesinatos en serie estás diciendo tú? —le solté a Lao Yao—. No le hagas caso a Dalí. No hay nada de eso. Solo es un caso de asesinato común.
—¿Todavía intentas ocultarme cosas? —dijo con una sonrisa ladina—. ¿Se te olvidó que ya te vi completamente desnudo?
—¿Podrías por favor no volver a mencionar eso nunca más? —suplicé—. Y borra esa foto, ¡Está dañando mi reputación!
—Ni hablar, Pequeño Song —dijo alzando las cejas—. ¿Qué voy a usar como fondo de pantalla si la borro? Por cierto, ¿Tus nalgas siempre fueron tan bonitas, Pequeño Song?
Casi escupí sangre al escucharlo. En sus cuatro años de vida universitaria, Lao Yao nunca había tenido novia. De hecho, jamás mostró interés en las chicas. Pero con los chicos, intentaba acercarse todo lo que podía y aprovechar cualquier excusa para tocarlos. Los que eran mínimamente atractivos estaban en especial peligro. Por ese comportamiento, su homosexualidad era prácticamente un secreto a voces entre los estudiantes.
Por supuesto, no tenía ningún problema con eso. No era asunto mío. Pero el punto era que yo no era gay, así que pensar que otro hombre miraba una foto mía y fantaseaba conmigo me provocaba escalofríos horribles.
—Lao Yao —dijo Dali—, tu Sona acaba de ser masacrada por Garen.
—¡¿Y tú no hiciste nada, idiota?! —replicó Lao Yao—. ¡Reemplázame!
Dalí me lanzó una mirada, pero no dijo nada. Solo se sentó en silencio y tomó los controles para seguir jugando por él.
Lao Yao se rascó la cabeza y una lluvia de caspa cayó al suelo. Me alejé rápidamente unos pasos.
—Está bien, ya terminé de molestarte —dijo—. ¿Qué es exactamente lo que necesitas que haga?
—¿No te lo dijo Dalí? —pregunté—. Necesito que desbloquees el teléfono.
—Claro, ningún problema. —Lao Yao tomó el teléfono que estaba sobre el escritorio y lo observó por un momento—. Pero ¿De verdad me necesitas para eso? Solo formatea el teléfono y listo.
—¡No! —dije—. No puedes hacer eso. Necesito ver los archivos que hay dentro. Por eso tienes que ser tú.
—¿De dónde sacaste este teléfono? —preguntó.
—Del cadáver —le respondí.
—¿¡Del cadáver!? —Lao Yao se sobresaltó tanto que dejó caer el teléfono, pero lo atrapó al vuelo con ambas manos antes de que tocara el suelo. Luego sonrió como un idiota y dijo—: ¿Te asusté, Pequeño Song? ¡Estás tan adorable cuando te asustan!
La verdad es que sí me había asustado. Me corría el sudor frío por la espalda y ahora, además, ¡estaba furioso!
—¡Deja de hacerte el tonto, idiota! —lo regañé—. ¡Después tengo que devolver ese teléfono a la policía! ¿¡Entiendes!? ¡Es una prueba crucial del caso!
—Está bien —dijo—. Lo haré ahora mismo.
Lao Yao sacó una laptop del armario y conectó el teléfono con un cable USB. Luego abrió un programa, tecleó unas cuantas veces, y el teléfono fue desbloqueado con éxito.
—Debe haber como un millón de archivos aquí —dijo mientras navegaba por el contenido—. ¿Estás seguro de que puedes revisar todo esto?
—No hace falta —le dije—. Solo busca los archivos eliminados y recupéralos para mí.
—¡Entendido!
Lao Yao abrió otro programa en la computadora, encendió un cigarrillo y se puso manos a la obra. Cuando aplastó la colilla, ya había recuperado todos los archivos eliminados.
—Aquí hay unos cuarenta archivos, Pequeño Song —dijo mientras echaba un vistazo—. Échales tú mismo un ojo.
Se apartó de su asiento para dejarme revisar.
La mayoría de los archivos eliminados eran fotos desechadas y algunas aplicaciones descargadas, pero uno en particular llamó mi atención: contenía una cadena de números y letras, y parecía mucho una orden de compra en línea.
—¿Puedes revisar este archivo por mí, Lao Yao? —le pregunté, señalando el documento—. Parece una orden de compra. Necesito saber de qué se trata.
—¡Levántate! —ordenó.
Solo tardó cinco minutos en obtener los detalles del pedido. Descubrimos que quien había hecho la compra usaba el nombre de Deng Chao, y los artículos incluían: tabletas probióticas para mascotas, una máscara facial humana, una máquina de hielo seco, cuerdas de piano y cuchillas de afeitar.
No pude evitar sonreír. ¡Esa era justamente la prueba contundente que necesitábamos para incriminar a Deng Chao!
—Song—dijo Dalí, apartándose del juego—, ¿Para qué mierda sirven esas tabletas probióticas para mascotas?
—¿Ya terminó la partida? —preguntó Lao Yao, mirando a Dalí.
—Nah —respondió Dalí—. Tu Sona acaba de ser triturada por Garen otra vez.
—¡Mierda! —maldijo Lao Yao—. ¡No sabía que eras tan inútil! ¡Quítate!
Lao Yao retomó el control del juego de inmediato, dejando libre a Dalí.
—Es algo que el asesino usó para acelerar la descomposición de la cabeza cortada —le expliqué a Dalí.
—¿En serio puede hacer eso? —preguntó.
—¿Qué hacen las bacterias en nuestro intestino?
—¿Ayudan a convertir la comida en popó?
—¿Y qué comen los perros y gatos?
—¿Comida para gatos? ¿Comida para perros? Y… ¿Carne? ¡Ah, ya entiendo!
Las bacterias del intestino de los animales se llaman probióticas porque viven en simbiosis con sus huéspedes, pero en esencia, son microorganismos carroñeros que se alimentan de materia orgánica. Uno de los motivos por los que un cadáver se descompone es porque estas bacterias comienzan a devorar el cuerpo del huésped cuando ya no queda comida en el sistema digestivo.
¡Tuve que admirar la astucia de Deng Chao por haber pensado en ese truco! Trituró las tabletas probióticas para mascotas, las convirtió en una pasta y las aplicó en la cabeza cortada para acelerar su descomposición hasta tal punto que ni los forenses ni los investigadores pudieran identificarla ni estimar con precisión el momento de la muerte.
Traducido por: Mel
¡Si quieres enterarte más rápido de las actualizaciones entra al discord, te lo agradecería! ♥
Si encuentas un error, repórtalo ♥
https://discord.gg/pqs73bVCbZ