Capítulo 22: La Leyenda del Piano Embrujado
La sonata fantasmal podía poner los pelos de punta a cualquiera que la oyera, pero el chico logró huir de regreso a su dormitorio y se escondió bajo la manta temblando de miedo. Sin embargo, durante toda la noche, no pudo sacarse de la cabeza la melodía de Claro de Luna.
Poco tiempo después, alguien descubrió los restos del cuerpo descuartizado dentro del piano. La policía comenzó a investigar, y el chico simplemente no pudo soportar la presión ni la culpa. Escribió una carta de confesión antes de suicidarse cortándose las muñecas.
Pero la historia no terminó allí. Aunque limpiaron los restos del cuerpo de la chica, el piano quedó completamente inutilizable. No producía sonido alguno, sin importar cuántas veces lo afinaran. Y al llegar la noche, las notas de Claro de Luna siempre resonaban desde aquel antiguo edificio. De hecho, muchas personas aseguraban haber visto la figura de una mujer de cabello largo y vestido blanco rondando el salón de música. A veces, incluso se escuchaban los sollozos de una chica.
La universidad temía que este tipo de incidente afectara negativamente a los nuevos estudiantes que llegaban cada año, así que contrataron a personas para mover el piano. Pero, curiosamente, todos los que intentaban moverlo sufrían algún tipo de accidente: algunos se cortaban accidentalmente las manos, otros se golpeaban los pies con las patas del piano. Con el tiempo, nadie se atrevía siquiera a tocarlo.
Muchos estudiantes no se animaban ni a acercarse al salón de música después de eso. La administración, sin saber qué hacer, decidió sellar el edificio y abandonarlo.
La leyenda del piano maldito se volvió cada vez más misteriosa a medida que se transmitía entre los estudiantes. Algunos decían que si escuchabas Claro de Luna, significaba que la chica vendría a buscarte para que la acompañaras hasta el fin de los tiempos. Otros aseguraban que si interrumpías su interpretación de la sonata, morirías de forma horrible en tres días.
Huang Xiaotao permaneció en silencio un largo rato después de oír el relato.
—¿Tú crees en fantasmas, Song Yang? —preguntó finalmente.
—Desde tiempos inmemoriales —respondí—, ha habido innumerables cosas que los humanos no pueden comprender. La ciencia es solo una herramienta que usamos para dar sentido al mundo, pero es insuficiente para explicar lo que sucede más allá de la tumba. Trato de mantener la mente abierta respecto a los fantasmas. No sé si son reales o no, solo sé una cosa.
—¿Cuál? —preguntó Huang Xiaotao.
—Los fantasmas no pueden matar a nadie directamente.
—¿Quieres decir que pueden hacerlo indirectamente?
—Sí —afirmé—. Y con “matar indirectamente” me refiero, por ejemplo, a morir de miedo. Como ese chico de la leyenda, que no soportó el Claro de Luna que lo atormentaba, y acabó suicidándose. En otras palabras, creo que solo pueden morir por fantasmas aquellos que esconden un fantasma de culpa o vergüenza en su corazón.
—¡Estoy totalmente de acuerdo contigo! —dijo Huang Xiaotao.
Entonces le conté todo lo que habíamos descubierto gracias a la ayuda de Lao Yao.
—Supongo que ya no hay duda de que Deng Chao es el verdadero asesino —dijo—. ¡Resolviste un caso de asesinato en serie en medio día, Song Yang! ¡Ese es el mejor récord en diez años en nuestra división! Cuesta creerlo.
—No creo que el caso esté resuelto aún —dije—. Todavía no hemos atrapado al asesino.
—Tienes razón —asintió Huang Xiaotao—. ¿Tienes algún plan?
Antes de que pudiera responder, mi teléfono volvió a sonar. Y digo “volvió” porque durante todo el almuerzo no había dejado de sonar.
—¿Te hackearon el celular y te están mandando spam, Song Yang? —preguntó Huang Xiaotao—. ¿Por qué no para de sonar?
Abrí la app de Weibo en mi teléfono y revisé mi cuenta. Durante el tiempo que duró nuestro almuerzo, había ganado dos mil “fans” y recibido más de 300 mensajes privados. Dalí se asomó por encima de mi hombro y soltó un grito al ver la pantalla.
—¡Guau! —exclamó—. ¡Te volviste famoso!
—¿Qué está pasando? —preguntó Huang Xiaotao.
Le mostré mi teléfono.
—Le pedí a Lao Yao que difundiera en Weibo mi implicación en el caso —expliqué—. Parece que ahora tengo un grupo de fans. Me están llamando el Gran Detective Song.
—¡Ja! —bufó Huang Xiaotao, con un leve tono que me pareció celos—. Así que planeas hacerte famoso en Internet, ¿eh? Bueno, no es mala idea. No hay muchos detectives jóvenes destacados. Si sabes gestionarlo y te sacas unas buenas fotos promocionales, apuesto a que en medio año serás famoso en todo el país y tendrás hordas de fans locas. Entonces tendrás la vida resuelta y no necesitarás buscar trabajo jamás.
—Tal vez tengas razón —dije—, pero no tengo intención alguna de buscar la fama. Cuando este caso termine, cerraré mi cuenta de Weibo de inmediato. Solo estoy usando esto como carnada para atraer a Deng Chao.
—¿Y cómo piensas hacerlo? —preguntó Huang Xiaotao—. ¿Vas a llamarlo cobarde en Weibo?
—No te preocupes —dije—. Ya le tendí una trampa muy tentadora. Si todo sale como espero, lo atraparemos esta misma noche.
—¿De verdad? —preguntó Huang Xiaotao con los ojos brillantes—. ¡Entonces dime tu plan ahora mismo! Haré los preparativos necesarios.
—Sobre eso… —titubeé—. Tendré que mantenerlo en secreto por ahora.
Huang Xiaotao golpeó la mesa furiosa y exclamó:
—¡Ni se te ocurra esconderme nada! ¿No recuerdas las tres reglas que prometiste seguir?
—¡Está bien, está bien! —cedí al fin.
No es que quisiera hacerme el misterioso ni nada por el estilo. Solo temía que cuantas más personas conocieran el plan, mayor sería el riesgo de que Deng Chao se enterara. Y si eso ocurría, todo se echaría a perder y tal vez no habría una segunda oportunidad para atraparlo.
Pero al ver lo decidida que estaba Huang Xiaotao, no me quedó más remedio que contarle todo.
Usé la letra de Zhang Kai en sus apuntes de clase para falsificar una carta en la que se exponían todos los crímenes de Deng Chao. Luego difundí dos rumores por Weibo. Primero, dije que tenía en mi poder la carta de confesión de Zhang Kai. Segundo, que ni siquiera había avisado a la policía.
El objetivo era atraer a Deng Chao desde las sombras, hacer que viniera a buscarme… ¡y atraparlo!
Huang Xiaotao y Dalí quedaron boquiabiertos al oír mi plan.
—¡Ese plan es peligrosísimo! —dijo Dalí—. ¿Y si te mata?
—Existe esa posibilidad —admití—. Pero ahora mismo estamos en desventaja. Sin un plan así, no hay forma de que resolvamos el caso antes que el doctor Qin.
—Bueno, pensándolo bien —añadió Dalí—, con Xiaotao de nuestro lado, quizá estemos a salvo después de todo.
—¿Estás seguro de que Deng Chao verá tu publicación en Weibo y caerá en la trampa? —preguntó Huang Xiaotao—. ¿No dijiste que era un criminal de alto coeficiente intelectual?
—Cuanto más listo es, más se preocupa —respondí—. Y cuanto más se preocupa, más vigila su entorno. Al fin y al cabo, esto es un asesinato en serie, no un robo de ropa interior. Estoy seguro de que el asesino está nervioso y atento a todo lo que ocurre en el campus. ¡Estoy convencido de que aparecerá!
—Eres impresionante, Song Yang —dijo Huang Xiaotao—. Te escribiré una carta de recomendación para que entres en la policía después de graduarte. Estoy segura de que no hay caso que no puedas resolver.
—¡Eso es genial, Xiaotao! —dijo Dalí—. En ese caso, ¿me podrías escribir una a mí también? ¡Sabes cuánto te he ayudado y lo mucho que Song Yang me necesita!
—Claro, puedo hacerlo —respondió Huang Xiaotao—. ¡Piénsalo, Song Yang! Estás en tu último año. Pronto tendrás que buscar trabajo. ¡No deberías desperdiciar tu talento terminando en una oficina gris como asalariado!
Solo esbocé una sonrisa débil. No deseaba nada más que seguir su consejo, pero debía obedecer las reglas de la familia Song. Así que rechacé su ofrecimiento con educación.
—No quiero ser policía —dije—. Supongo que seguiré como consultor, ayudándolos así como ahora…
—¡Song! —protestó Dalí—. ¿¡Vas a dejar pasar esta oportunidad de oro!?
—¡Tiene razón, Song Yang! —coincidió Huang Xiaotao.
No dijeron nada que lograra hacerme cambiar de opinión, aunque lo intentaron con insistencia. Finalmente se rindieron y cambiaron de tema.
—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó Huang Xiaotao, apurando su batido.
—¡Esperar! —respondí con una sonrisa.
—Entonces, ¿por qué no vamos esta tarde al cibercafé? —sugirió Dalí.
—¡Tenemos clase esta tarde! —le lancé una mirada fulminante.
—¿Todavía piensas ir a clase? ¿Con un caso tan grande en marcha?
—Yo sí voy a ir. ¡Tú haz lo que quieras!
—¡Qué dedicación! —se burló Huang Xiaotao—. Resuelves un caso en la mañana y vas a clase como si nada por la tarde.
Mi abuelo siempre me enseñó la importancia de mantener la humildad, sin importar cuántas personas quisieran alzarte. Nunca olvides tus deberes ni tus responsabilidades. Solo las personas modestas y humildes pueden llevar una vida exitosa y prolongar su buena fortuna; los arrogantes siempre acabarán enfrentando la calamidad.
—¿Tienes alguna tarea para mí, señor Gran Detective? —preguntó Huang Xiaotao.
—Si no es molestia —dije tras pensarlo un poco—, ¿podrías conseguirme los detalles del asesinato en el salón de música de hace diez años? Me gustaría saber los nombres del asesino y de la víctima.
—¡Entendido! —respondió Huang Xiaotao.
Traducido por: Mel
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