Cap: 1
Liqueur, la ciudad sin ley. Un sitio con un entorno inigualablemente hostil, ese es el lugar donde Keter nació. Eras libre de entrar si así lo deseabas, pero jamás podrías salir de la misma. El flujo de aire era tenue e incluso la gravedad era dos veces más intensa de lo normal.
N/T: No sé si lo de la gravedad es literal o se refiere a que el ambiente es pesado. Lo dejaré literal de momento.
Podrías preguntarte: ¿A quién se le ocurriría entrar aquí por sí mismo? Entre ese selecto grupo podrían incluirse criminales inenarrables que recibirían la pena de muerte al ser capturados, psicópatas que se aislaron de la sociedad, así como también caníbales trastornados.
Claro, no es que no hubiese personas corrientes. Estaban los que tenían deudas y huyeron con el rabo entre sus piernas de sus acreedores; también había que incluir a esos que estaban envueltos en problemas personales y que decidieron ocultarse; por último, aquellos a los que su cordura los había abandonado.
Liqueur, era una ciudad donde todas esas personas eran consideradas “normales” y donde Keter dio sus primeros llantos de recién nacido.
Tal y como las criaturas acuáticas nacían con branquias y aletas, así como las aves nacían con alas… Keter se adaptó para sobrevivir en Liqueur, la ciudad donde los temerarios abundaban. Él enloqueció para confrontar a los lunáticos y eligió ser el cazador en lugar de ser la presa.
O eso era lo que él decía ser. Muchos decían que ya estaba demente desde el principio o que simplemente era pura palabrería, pero… ¿Y si no era fanfarronería? Al menos el propio Keter era feliz con su vida.
Desde la tierna infancia siempre fue abusado y estafado debido a que era un don nadie e incompetente; sin embargo, ahora él era el que estaba en la posición de abusar a quien desease.
Sin embargo, nunca engañó ni estafó a nadie, ya que tenía su propio negocio. Él no resolvía sus problemas con violencia como hacía la gran mayoría. Keter trabajaba como mediador. Solucionaba los contratiempos con lógica, raciocinio y lo justamente necesario de violencia.
En pocas palabras, no se le dificultaba ser el proveedor de su hogar. Incluso gozaba la dicha de tener pocos enemigos. Aunque si él mismo pudiera elegir un punto irritante de su vida…
—Quisiera salir al exterior…
Sin importar cuán cómodo viviese y cuán poderoso fuera, era solo aplicable en Liqueur. No había dudas de que era una ciudad enorme, pero se sentía muy pequeña tras haber vivido por dieciocho años en la misma.
Lastimosamente, era imposible irse de la ciudad.
Los archivos y la historia de Liqueur datan de hace cientos de años. Durante ese largo tiempo nunca se había registrado que hubiera alguien que abandonara la ciudad.
El propio Keter lo había intentado solo para fracasar estrepitosamente.
Una densa neblina rodeaba toda la ciudad al punto en que servía como muros naturales. Para los recién llegados no era más que niebla. No obstante, la misma los haría regresar al punto donde comenzaron a aquellos que intentasen marcharse, ya fueran Maestros espadachines o Magos de renombre. Siempre terminaba de la misma manera.
Keter personalmente se habría rendido hace mucho tiempo. Hasta que cierto día… alguien del exterior gritó a pleno pulmón su nombre.
* * *
Liqueur era una ciudad donde todos se conocían, sin excepciones. Por ello, los extranjeros eran fácilmente reconocibles, daba igual qué usaran para permanecer desapercibidos.
De hecho, Keter avistó al forastero de casualidad en cuanto ingresó a la ciudad. Para él ya era normal no sorprenderse por ver caras nuevas, pero esta vez fue diferente.
El mismo en cuestión era un hombre de veintitantos años. “Se ve saludable y se nota que ha recibido entrenamiento. Debe ser un caballero dada su postura.”
Keter fue capaz de identificar datos básicos sobre el forastero a pesar de que el susodicho hombre llevaba puesta una capucha larga.
“Interesante… No parece estar huyendo; debe haber venido a este sitio para cumplir un objetivo en concreto.”
Era normal tener algo pendiente en un sitio específico, pero si era aquí en Liqueur… lo cambiaba todo. Significaba que debía realizar una misión sin retorno. Cuando menos, era muy intrigante.
Keter siguió al caballero sin despegarle la vista. Aunque él no tuviese la necesidad de hacerlo, era más que obvio que el forastero no le daría la información que Keter quería incluso si le preguntase, pero… los liqueurianos no contaban con la misma paciencia que Keter.
—Kekeke.
—Hehehe.
El caballero se vio rodeado de muchos liqueurianos en un santiamén. Era innecesario considerar que solo querían darle la bienvenida, ya que… todos ellos desenvainaron sus armas. Como si esto ya estuviera previsto por el hombre, sacó su arma velozmente de su vaina.
¡Voosh!
Un poder que podría dejar mortalmente herido a un humano normal de un solo corte; algo con lo que los bandidos y ladrones solo podían soñar… Un aura de un azul intenso envolvió la espada del caballero. Ese poder era la Espada de Aura; su filo era tal que podría rebanar el acero como mantequilla.
El aura era algo que solo un muy reducido grupo de personas poseía, o al menos esa era la opinión de los forasteros. Cualquier patán se echaría de rodillas de solo presenciarlo, pero los liqueurianos ni se inmutaron. ¿Por qué? Porque el aura era lo básico en esta ciudad.
¡Pshhh!
Las armas de los que acorralaron al caballero se cubrieron de aura. Todos ellos eran personas que habían sobrevivido a un entorno cruel y despiadado, así que era natural para ellos poder usar el aura sin que nadie les haya enseñado. La misma envolvió sus armas de manera muy salvaje y ondeante, a diferencia del aura del caballero, que se alineaba a la perfección a su espada.
El semblante del caballero palideció; no estaba dentro de sus predicciones que todos ellos fueran capaces de manifestar aura en sus armas.
Los liqueurianos se acercaron lentamente al caballero para intimidarlo como si estuvieran jugando con una presa. No obstante, el caballero comenzó a hablar con un tono de voz calmado.
—Me gustaría preguntarles algo antes de que combatamos.
Su voz se oía resoluta y dispuesta a morir en el intento, pero ni siquiera eso amedrentó a los liqueurianos. A pesar de ello, el caballero actuó de igual manera.
—¿Qué debo hacer para poder hablar con Keter?
Sus palabras pararon en seco a los que lo intimidaban. Luego sus caras se fruncieron notablemente.
—Carajo… ¿Es esta otra jugarreta de Keter?
—¡Sabía que había algo extraño en este forastero! ¡Es imposible que caminase por ahí como si nada!
—¡Cabrón! ¡¿De verdad piensas que volveremos a caer, Keter?! ¡La cuarta es la vencida!
Hasta hace poco estos sujetos se reían a expensas del caballero, pero ahora solo gritaban sandeces que el caballero no comprendía en absoluto. Por lo que no era raro que él estuviese sorprendido por ese desfase en la situación.
Al percatarse de que los liqueurianos se estaban marchando, les gritó antes de que se fuesen:
—¡Esperen, por favor! ¡Les pagaré si me dicen dónde puedo encontrar a Keter!
Sin embargo, solo le respondieron con insultos.
—¡¿Por qué no se lo preguntas a tu madre?!
En los adentros de Keter, sus pensamientos estaban en caos. ¿Cómo era posible que un caballero forastero supiese de él? No tenía sentido. No lo comprendía por más vueltas que le diese; él nació en Liquer, por lo que no entendía cómo alguien del exterior lo conocía cuando él mismo jamás había abandonado la ciudad. Sin embargo, lo imposible se hizo realidad.
A pesar de todo ello, lo que más le inquietaba era por qué el caballero lo estaba buscando específicamente a él. ¿Qué era lo que buscaba de él como para adentrarse a una ciudad de la que jamás podría irse? Esas preguntas lo estaban llevando al borde de la locura, pero el propio Keter poseía la paciencia más abundante en todo Liqueur, así que podía esperar un poco más para buscar respuestas, ya que lo único que él estaba perdiendo era su tiempo. Sumado a ello, estaba la posibilidad de que fuera una trampa.
Keter se mantuvo observando al caballero hasta que el sol se desvaneció en el cielo para dar paso a la noche.
—Kagh…
A mitad de la noche… El caballero se derrumbó en el suelo sosteniendo su abdomen. En su intento de encontrar un lugar para dormir, fue emboscado por alguien.
—Hehe. Nadie se atreve a hacerte daño por miedo a Keter, pero yo no soy igual a ellos.
El que apuñaló al caballero era un hombre de aspecto joven. El susodicho joven era conocido como Sombra oscura, un asesino de primera y muy capaz. Cientos de personas habían sido asesinadas por él.
El caballero cerró sus ojos y susurró unas palabras antes de que Sombra oscura finalizara su cometido.
—Mi señor, perdóneme. Le he fallado al no cumplir mi misión… soy un incompetente.
¡Crack!
El sonido de un cráneo siendo aplastado resonó, y no era precisamente el del caballero, sino el de Sombra oscura.
El brillo púrpura de los ojos de Keter irradiaba sus cuencas en la oscuridad.
—Gracias por subestimarme.
Keter susurró esas palabras al cadáver de Sombra oscura mientras las sombras le servían como velo.
Gracias a Sombra oscura, Keter estaba seguro de algo. El caballero que estaba desmayado frente a él no era una trampa. Era un caballero forastero que realmente lo estaba buscando a él.
El deseado tiempo de obtener respuestas había llegado.
* * *
El caballero despertó yaciendo acostado sobre un sofá en la oficina de Keter.
—¿Hmmm…?
Keter estaba sentado a un lado suyo; le habló en un tono relajado en cuanto se percató de que estaba despierto.
—Levántate si ya estás despierto.
—¡¿Eh?!
La mirada del caballero analizó sus alrededores como si de un felino se tratara, tras unos segundos, dirigió su mirada hacia Keter.
Keter era joven; no aparentaba más de veinte años. Contrario a ello, sus ojos poseían una profundidad sin fin al mismo tiempo que relucían un color dorado bañado por el mismísimo sol. También denotaban una temeridad infranqueable. Su cabello de tintes plateados era lo suficientemente corto como para dejar expuesta su frente. Sus rasgos faciales afilados, pero bien parecidos, no hacían nada más que resaltar el color de sus ojos.
N/T: Asumiré que sus ojos son púrpuras cuando usa su aura.
—¿Dónde estoy y quién eres?
—No estás en posición de hacerme preguntas. ¿Quién eres y de dónde vienes?
El caballero enfocó su mirada en su abdomen. Al ver que su herida había sido tratada, le respondió con un tono de voz más amable.
—Te estoy agradecido de corazón por haberme salvado y tratar mi herida. Pero todo lo que puedo darte a cambio es mi nombre. Me llamo Oren.
Keter se esperaba este comportamiento obstinado del caballero. Sin embargo, él nunca había conocido algo que no pudiera librarse de sus manos.
—¿Estabas buscando a Keter, o me equivoco?
—¡¿Lo conoces?! ¡Preséntamelo, por favor!
El comportamiento de Oren dio un giro total en cuanto Keter le dio a entender que podría ayudarlo a cumplir su objetivo al ser un conocido de sí mismo. Le estaba rogando prácticamente.
Keter le respondió con un tono serio mientras resistía las ganas de reírse.
—Te llevaré a él si me dices por qué quieres verlo.
—Mis disculpas, eso es algo que no puedo difundir.
Keter abandonó su fachada en cuanto el caballero le dejó claro que él no hablaría incluso si lo torturaran.
—Bien. Aquí me tienes, dímelo.
—Como acabo de decirte, el Señor Keter es con el único que puedo hablar acerca de ello…
—Ese soy yo.
—¿Perdón?
—Yo soy Keter.
—…
Oren se quedó callado mientras su rostro pasó de la sorpresa a la sospecha hasta culminar en la serenidad.
Desde otra perspectiva, Keter sintió mucha más curiosidad. El hecho de que Oren no lo reconociese significaba que lo estaba buscando por nada más que su nombre. Si alguien más le hubiese dicho que era Keter… ¿Cómo hubiese distinguido una verdad de una mentira solo con su nombre?
—¿Podrías tapar la fuente de luz un momento?
A pesar de que en la oficina no había ventanas, estaba iluminada como si fuera de día gracias a un objeto llamado piedra solar.
Era una petición sencilla, la verdad, por lo que Keter cubrió la luz que emitía la piedra solar. La oficina se vio envuelta por una densa oscuridad en cuanto lo hizo.
—¿P-puedes destapar la luz, por favor?
Dijo Oren con su voz escuchándose temblorosa.
—Sin problema.
En cuanto la luz invadió la oficina nuevamente, vio a Oren sentado de manera mucho más presentable y respetuosa.
—Le saludo humildemente, Señor Keter.
—¿Eh?
Los papeles se invirtieron en cuanto Keter fue el que se quedó sin palabras; inclusive pudo notar cómo Oren le llamó “Señor” sin dudarlo.
Tras un corto silencio, Oren explicó cómo sabía que era él.
—Ojos que brillan de un color púrpura en la oscuridad… Es un rasgo exclusivo del linaje Sefira.
N/T: Eso tiene más sentido.
Keter estaba consciente de que sus ojos brillaban de ese color en la oscuridad, aunque nunca le halló un significado en concreto.
—Mi señor, ¿por casualidad conoce a la familia Sefira?
—Sefira… Los Maestros Arqueros, ¿no?
—Exactamente, mi señor.
Los Sefira eran una familia especial. Era una de las siete grandes familias que conformaban y sostenían al Reino Lillain, del cual Liqueur formaba parte. De entre ellas, los Sefira eran los únicos que habían dominado las técnicas de arquería.
Había muchas preguntas que Keter tenía en mente para Oren, pero existía una con la más alta prioridad.
—Supongamos que pertenezco al linaje Sefira y que tú eres un caballero de esa familia. ¿Qué procede a continuación?
Sí, esta era la pregunta más importante. Oren arriesgó su vida para encontrarlo, pero… ¿Y qué? No es como si pudieran marcharse y salir de Liqueur cuando lo desearan.
Oren respondió mientras su rostro mantenía una expresión taciturna.
—Mi señor, ¿he de asumir que me pregunta eso por el hecho de que no se puede salir de Liqueur?
—Así es. Lo máximo que puedes hacer es transmitirme un mensaje dadas las circunstancias.
—Se equivoca, mi señor. Fui enviado para sacarlo de esta ciudad.
—… ¿Qué?
Keter nació y creció en Liqueur durante dieciocho largos años; él sabía mejor que nadie que la idea de siquiera abandonar la ciudad era absurda. Por lo que las palabras de Oren sonaron a puros disparates.
Oren dejó sus intenciones claras como el agua al observar la mirada que Keter le dedicó.
—Mi señor, márchese de Liqueur y vayamos hasta dónde está su familia.
Traductor/a: Zarferas
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vaya, suena interesante