Capítulo 2: Ojo por ojo
Keter yacía sentado sobre una silla en la oficina de Mediadores.
—Hermano mayor, ha pasado exactamente un año desde que regresaste de Sefira.
El chico que había llamado “hermano mayor” a Keter tenía un cigarro en su mano izquierda. Era poco decir que contrastaba mucho con su aspecto juvenil.
—¿Qué? Ese año sí que pasó volando.
Keter se vio sorprendido.
—Recuerda que me prometiste contarme todo lo que te sucedió en Sefira.
—Veo que todavía lo recuerdas. Lamento decepcionarte, pero todo lo que hice ahí fue comer, dormir y divertirme.
—Dudo que hayas vuelto con las manos vacías, ¿o me equivoco?
—Me dijeron que me darían un artefacto si me quedaba un año. Así que me marché apenas me lo dieron.
Tenía muchas cosas de las que hablar, pero no quería hacerlo porque eran temas sumamente aburridos. Para Keter, ese año que pasó en Sefira fue banal e intrascendente. Inclusive, tras marcharse, rompió los lazos que lo ataban a esa familia.
—No entiendo por qué siquiera decidiste volver a Liqueur. Podrías haber vivido en Sefira como un descendiente directo de una prestigiosa familia.
El chico tenía esa duda en su cabeza.
—¿De qué hubiera servido quedarme ahí? ¿Para morirme de aburrimiento?
—Sin afán de ofenderte, pero eres del tipo que primero se suicidaría si el mundo no tuviera nada para entretenerte.
—Ojalá que pueda morirme de viejo antes de que eso se haga realidad.
—¿Qué hay de ese artefacto que se supone que te iban a dar? ¿Te lo dieron?
—Sí. Puedo abandonar Liqueur cuando se me plazca con ese artefacto.
Si bien Keter lo decía como si fuera lo más normal del mundo, sus palabras serían más que suficientes para sacudir los corazones de los liqueurianos. ¿Un artefacto que les permitía marcharse cuando quisieran? El artefacto mismo haría que incluso “El Padrino” lo codiciase, el cual era el líder de Liqueur y el representante del bajo mundo del mismo.
—Si te puedes largar cuando quieras, entonces, ¿por qué decidiste quedarte en esta pocilga? El exterior es mucho más grande y placentero que aquí.
Dork había sido subordinado de Keter durante un largo período de tiempo; él mismo era como una extremidad del cuerpo de Keter. Decía estar orgulloso de conocer a la perfección a su líder, pero por más que lo pensase, no podía comprender por qué su líder había decidido quedarse en este lugar.
Lo que respondió Keter era igual a él, eficiente y directo al grano.
—No hay lugar más divertido en este mundo que Liqueur.
—Hermano, estás demente. Muchos liqueurianos venderían sus almas si pudieran abandonar la ciudad sin importarles el precio para lograrlo.
—No tomaría sus almas incluso si me rogasen.
—Buen punto.
Dork cambió de tema hacia algo más mundano y superfluo una vez su curiosidad estuvo satisfecha.
—Casi se me olvida, hermano. Tengo unos trabajos que te podrían interesar.
—Ólvidalo, no trabajaremos por hoy.
—No trabajaste ayer tampoco.
—Tampoco trabajaremos mañana.
—¿Y si nos tomamos la semana libre?
—Me gusta la idea, hagámoslo.
Ambos compartían opiniones similares.
* * *
Considerando que sus lazos en Sefira estaban inequivocablemente rotos, Keter decidió regresar a Liqueur. Lamentablemente, su conexión en Sefira era tan difícil de romper como los hilos del destino, por lo que no podría ignorarlos para siempre.
Oren volvió a reunirse con Keter nuevamente. Desde entonces habían pasado cinco años de su último encuentro; sin embargo, no tuvieron tiempo para una cálida bienvenida. Oren volvió siendo un cadáver andante; era un milagro que hubiese logrado llegar a Liqueur a pesar de que estaba al borde de la muerte.
—Señor Keter… Por favor… tome la última voluntad… de la familia Sefira…
Oren murió habiendo cumplido su misión de entregarle la carta a Keter.
—“Para Keter, mi hijo.
Lee la carta adjunta en la oscuridad. Solo los ojos de la familia Sefira son capaces de leer la ubicación que te proveo en la misma. Las técnicas de arquería de los Sefira, así como nuestros tesoros, están reunidos en esa ubicación.
No te pido que nos vengues. No confrontes a la reina; ella está muy lejos de lo que los humanos podemos manejar. Huye y permanece oculto. Usa las riquezas para crearte una manera de escapar. Si en dado caso te capturasen, intercambia las técnicas de arquería a cambio de tu vida.
Sin más que decir, me lamento profundamente por haberte traído a nuestra familia e ignorarte y menospreciarte. Lo hice porque llegué a la conclusión de que no saldría bueno de asociarte a nuestra familia. Aunque al final todo fue inútil. No siento nada más que arrepentimiento puro. Sé que debería habértelo dicho cuando estaba vivo, pero esta es la única forma que tengo ahora para decírtelo. Te amo. Vive, por favor.”
—…
Las comisuras de los ojos de Keter temblaron a medida que leía la carta.
Al sentir la tensión a su alrededor, Dork hizo su pregunta con suma cautela.
—Hermano, ¿qué decía la carta?
Keter le pasó la carta a Dork en completo silencio. Podía versele nervioso.
—C-comprendo… Tu padre biológico es Besil, el patriarca de la familia Sefira… No, espera, eso no es relevante de momento. ¡Debes huir de inmediato! ¡Esa reina es una malnacida que no dudará en enviar un ejército a Liqueur solo para matarte!
Era increíble pensar que existiese alguien que enviase a un ejército entero a un lugar sin retorno. No obstante, la reina de este país, Lillian… era lo suficientemente despiadada como para hacerlo.
Keter se arrodilló para cerrar suavemente los ojos del fallecido Oren para luego tomarlo entre sus brazos. Dork sujetó el brazo de Keter en un intento de detenerlo.
—¡Hermano! ¡El tiempo no está de nuestra parte para contratiempos! Necesitamos ocultarnos bajo tierra o salir de Liqueur lo más rápido posible. No… Lillian no podrá hacernos nada si vamos al imperio.
—Dork. Cálmate y mírame a los ojos.
Keter habló tranquilamente.
—¿Eh?
—Este hombre sacrificó su vida para entregarme esta carta. No insultes sus esfuerzos y enterrémoslo para que pueda descansar en paz.
No es que hubiese terrenos pacíficos en Liqueur, pero Keter enterró a Oren en el mejor lugar posible. Dirigió su mirada a Dork tras sacudirse la tierra que había en sus manos.
—Ah, sí, ¿qué dijiste antes? ¿Que debíamos meternos bajo tierra o huir al imperio?
—Hermano, no me digas que estás pensando en enfrentarte a la reina…
—¿Por qué no debería hacerlo? Ya sabes mi lema, “Ojo por ojo”.
—Sabes que no necesitas vengar a los Sefira, ¿verdad?
Dork sabía que Keter era increíblemente poderoso. Él era alguien capaz de derrotar a aquellos que eran considerados superhumanos en el mundo exterior, como ser los Maestros espadachines o Archimagos*.
*N/T: Cambio el término de “Magos de renombre” a “Archimagos”.
Pero había un problema: la reina no era humana. A pesar de que tenía apariencia humana, esa mujer había vivido por cientos, no, miles de años. Con solo un movimiento de su mano podría destruir montañas y convertirlas en cañones y llanuras.
Las personas solían llamarla “Diosa”. Puede que no fuese omnisciente, pero su poder estaba en equidad con una deidad o un dios. Un humano no podía derrotar a un dios sin importar lo fuerte que se volviese.
Y ese no era el mayor problema, ella era la reina de toda una nación. Ser su enemigo significaba que un ejército de cientos de miles, miles de caballeros y que cientos de magos serían tus enemigos.
Keter lo sabía perfectamente, pero, aun así, él declaró que se enfrentaría a la reina que trataba de asesinarlo. No obstante, esto no era para vengar a los Sefira.
—No pienses que lo haré por los Sefira. Simplemente planeo devolverle a la reina lo que planea hacerme.
—Sé que eres así, pero esto está en una escala diferente. Estamos hablando de esa reina. Nadie te dirá cobarde por huir y esconderte.
—Dork, jamás he elegido a mis enemigos ni oponentes. Por eso mismo logré sobrevivir en Liqueur y no planeo arrodillarme ante nadie. La reina no es una excepción.
Dork se rindió en persuadirlo al sentir la resolución en sus palabras.
—Si no quieres verte inmiscuido, estás a tiempo de irte.
Una simple y llana advertencia fue lo único que salió de los labios de Keter.
Si bien Dork estaba temblando presa del terror, se limitó a sonreír y decir:
—¿A dónde nos dirigiremos, hermano? Ya sé que no puedes hacer nada sin mí.
—¿Seguro que no te arrepentirás?
Keter preguntó.
—¿Qué, no fuiste tú el que dijo que quería hacerse un nombre en este mundo? Yo me haré un nombre siendo el leal sirviente del hombre que se enfrentó a la reina.
—Así me gusta. Me dices lunático, pero no te quedas atrás, ¿sabes? Por eso es que eres mi subordinado.
—Primero que nada, larguémonos de Liqueur. La reina no sabe que podemos irnos de este lugar. Una vez estemos fuera, tendremos que ocultarnos por un tiempo.
—No pretendo ocultarme.
—Técnicamente, es una retirada estratégica. ¿No estarás pensando en invadir el castillo, cierto? Tenemos que pensar en un plan antes de actuar.
—¡Oh! Tienes un plan en mente, ¿no?
Keter ya había considerado marcharse de Liqueur con solo sus más allegados. Para su infortunio, la reina era mucho más meticulosa de lo que él pensó. Una armada ya estaría dentro de Liqueur. Las acciones de la misma demostraron ser despiadadas y crueles, ya que les había ordenado a los cincuenta mil soldados rodear por completo la ciudad de la que ya no podrían salir. Era más que obvio que planeaba matar con seguridad a Keter, incluso si eso involucrase una guerra total en Liqueur.
—Hermano, ¿qué deberíamos hacer? No hay ningún punto desprotegido en el perímetro. La única manera de avanzar será abrirnos paso a la fuerza.
—Hmmm…
Keter sujetó su mentón con su mano. Cada uno de los soldados enviados por la reina estaba revestido con armadura pesada y lucían rebosantes de confianza.
Sin importar cuán fuerte fuera Keter, no podría hacer mucho él solo, sumándole que Dork no era muy bueno combatiendo. Había al menos trescientos soldados en el camino frente a ellos. Y si la batalla se alargara, tendría que lidiar con los demás cincuenta mil soldados. Agregándole el hecho de que el ejército estaba cerrando el perímetro poco a poco.
Dork sugirió una idea mientras Keter se hallaba sumido en sus pensamientos.
—¿Y si nos escabullimos bajo tierra? Podríamos ocultarnos un largo tiempo ahí. Tarde o temprano se rendirán en tratar de buscarnos. Cuando se cansen, huiremos para organizarnos…
—Esos tipos jamás descansarán ni se cansarán.
Ni yo ni la reina daremos el brazo a torcer.
Keter se subió al techo cercano para dejar salir un grito estridente.
—¡¿Me están buscando, imbéciles?!
Todo el mundo dirigió su mirada hacia la voz que hizo que las ventanas circundantes se agrietaran. Cada uno de los soldados revisó el retrato de Keter para luego rodearlo simple y organizadamente.
No obstante, no solo los soldados rodearon a Keter; también lo hicieron los liqueurianos que escucharon el estruendo.
Keter señaló al ejército para luego proclamar:
—La reina envió a estos estúpidos para matarme, pero yo…
Él alzó su puño con su rostro aislado de todo miedo.
—¡Me iré de Liqueur para asesinar a la reina! ¿Por qué, se preguntarán? ¡Porque así somos los liqueurianos!
Daba igual lo que Keter hubiera hecho para que la reina lo quisiera asesinar o cómo iba a irse de Liqueur. Si decía que lo iba a hacer, es porque lo haría. No había nadie entre los liqueurianos que lo dudase.
—Hermano, ese fue un gran discurso. ¿Pero qué se supone que haremos ahora?
Preguntó Dork al dirigir la vista debajo de ellos.
Había tantos soldados y caballeros que el solo hecho de contarlos era una tarea imposible. Cada soldado pertenecía al ejército de élite bajo el mando de la reina, y todos los caballeros estaban por encima de las dos estrellas.
Solo uno era un oponente formidable… y todos ellos vinieron con el objetivo de matar a Keter. Ni siquiera hubo lugar para negociaciones.
Tan pronto se dio la orden de ataque…
¡Crash! ¡Boom!
Una enorme explosión resonó por toda la ciudad; los remanentes de la misma dejaron un gran agujero en el centro del ejército donde fue arrojada.
—Jejeje, por fin pude usar mis bombas contra las mascotas de la reina.
Ragnon el bombardero, uno de los Cinco dementes de Liqueur.
—¡A la carga!
Viéndose imperturbable, el comandante del ejército ordenó atacar a Keter. Sus órdenes hicieron que todos los soldados avanzasen con sus escudos alzados.
Justo en ese momento…
¡Whooosh!
…Dos guadañas cortaron a todo soldado que estuviese en el camino de las mismas. Los escudos que llevaban podían resistir el aura porque estaban hechos de amantir, pero eso no frenó a las guadañas.
Jenny la Guadaña deslizante, otra de los Cinco dementes de Liqueur. Volteó su rostro para guiñarle un ojo a Keter.
—Te salvé la vida, así que como mínimo deberías casarte conmigo, ¿no?
Jenny siguió asesinando soldados y cosechando muerte para todo aquel frente a ella antes de que Keter pudiese responder. Aunque la respuesta de Keter siempre era la misma.
—No estás soñando, despierta.
Dos de los Cinco dementes habían venido; ellos eran los que infundían temor a los demás psicópatas como ellos. La situación era bastante extraña, ya que parecía que habían estado a la expectativa de que algo sucediese; no obstante, Keter decidió ignorarlo dado que la apariencia de ellos dos creó aberturas y agujeros en el ejército. No tenía sentido protestar cuando no se había perdido nada en el proceso.
Tras bajarse del techo donde estaba, Keter caminó casualmente en la calle como si estuviese dando un paseo. El ejército ni siquiera podía acercársele porque cada vez que lo intentaban, algún liqueuriano salía de la nada para proteger a Keter. Todos ellos decían lo mismo.
—¡Ya te pagué lo que te debía con esto, maldito mediador!
—¡Ve a darle una buena patada al culo exótico de la reina!
—¡Sólo un liqueuriano puede matar a otro liqueuriano!
Keter era conocido como “El lunático de ojos resplandecientes”; todos evitaban meterse con él. Sin embargo, enemigos no era lo único que tenía en Liqueur. Cientos de personas le debían su vida a él.
Adicionalmente, todos en la ciudad detestaban a la reina por la ley que ella creó de mandar a todos los criminales sin remedio a Liqueur. Ragnon conservaba un gran resentimiento con el ejército real porque su familia entera fue ejecutada debido a que él se dedicaba al estudio de los explosivos. Por otro lado, estaban los que peleaban por nada más que amor, como Jenny.
A medida que la batalla se intensificó, el ejército se fue convergiendo lentamente hacia donde estaba Keter. Entre ellos había un maestro espadachín llamado “El Trascendente”. Ningún liqueuriano podría equiparársele a un Maestro espadachín sin importar lo fuerte que fuese.
Con un solo movimiento de su espada asesinó a los liqueurianos en su camino, deteniendo los pasos de Keter en el proceso.
El Maestro espadachín, que portaba una armadura negra, apuntó su espada a Keter para decir lo siguiente:
—Soy la espada y Ejecutor de Su Majestad. Keter, descendiente de los Sefira que están acusados de traición. Estoy aquí de acuerdo a la ley de castigo colectivo para realizar tu veredicto.
La técnica exclusiva de los Maestros espadachines que podía cortar todo lo que desease, Espada de Aura, fue lanzada en dirección a Keter. No obstante, se limitó a colocar sus manos en sus costados, ya que sintió una presencia familiar.
¡Clang!
Una espada de color rojo sangre bloqueó la técnica del Maestro espadachín. El que lo hizo fue Balt, la Espada demoníaca de Liqueur.
Balt no tenía ninguna razón para ayudar a Keter, así que la persona en cuestión se preguntó por qué este bastardo lo había hecho.
Tras desviar la espada del Ejecutor Balt dijo:
—Vete, Keter. No puedes morir por nadie que no sea yo.
Está igual de loco que yo.
Keter se rio suavemente para responder:
—Ojalá que vivas durante mucho tiempo porque seré el que te asesine.
El Ejecutor tapó el cielo con su espada. Docenas de espadas ocuparon cada recoveco y espacio en el mismo para intimidar a Keter. Pero él no se detuvo a pesar de la presión que ejercía la Espada de Aura. De hecho, salió corriendo.
Una delgada línea roja rozó el costado de Keter. Era la propia aura de Balt. El ataque del Ejecutor se dispersó en el aire para así abrirle un camino a Keter.
Tanto Keter como Dork fueron capaces gracias a la ayuda de todos en la ciudad. Y como ya sabían, no había soldados fuera de la ciudad.
Tras asegurarse de que estaban a salvo, Dork habló:
—No hay ninguna aquí afuera. Este es el momento perfecto para ocultarnos, pero… ¿De verdad te enfrentarás a la reina?
—Sí.
Keter respondió solemnemente.
—¿Estás seguro de que la derrotarás? Tengo ansiedad de solo imaginarlo.
—Dork, todo lo que estoy haciendo es porque quiero hacerlo.
No había razones para dudar. Daba igual lo desfavorable que fuera la situación, lo fuertes que fueran los oponentes; Keter jamás se rindió. Esa era la única manera que conocía para sobrevivir. Esta ocasión no era diferente.
Traductor/a: Zarferas
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